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miércoles, 12 de marzo de 2014

35. [S.Th.] [Reflexión] El contexto eclesial de la exhortación apostólica «Evangelii Gaudium» y sus implicaciones para una justa interpretación



Jornadas de Teología 2014 UCLG, Universidad Católica Lumen Gentium

Saludo al Rector, al Director General, a las autoridades académicas, a los académicos invitados a las Jornadas de Estudio y a toda la comunidad universitaria presente.

 “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría[1] con estas palabras inicia el Papa Francisco la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”.


La “Reflexión” que haremos en torno a la “Alegría del Evangelio” ha de iniciar por comprender el contexto eclesial que providencialmente ha antecedido la exhortación. Para ello, mencionaremos algunos acontecimientos particularmente relevantes que sitúen de mejor manera el documento y faciliten una recepción más adecuada.

La creación del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización
El primer acontecimiento al que quiero referirme es la creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, anunciada por Benedicto XVI en las vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo del año 2010. En su anuncio, durante la celebración litúrgica el papa señaló: “he decidido crear un nuevo organismo, en la forma de 'Consejo Pontificio', con la tarea principal de promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de 'eclipse del sentido de Dios', que constituyen un desafío a encontrar los medios adecuados para volver a proponer la perenne verdad del Evangelio de Cristo[2]

Con estas palabras Benedicto XVI mostraba una continuidad significativa con las preocupaciones de Juan Pablo II respecto a la “Nueva Evangelización”. Pocos días después nombró a Mons. Fisichella presidente del Consejo[3]. Lo erigiría formalmente en septiembre de 2010 con el motu proprio “Ubicumque et Semper”[4] e iniciaría, con ello, un trabajo arduo de consulta y discernimiento que precisaría gradualmente una preocupación mucho más amplia que la propuesta inicial y un impacto mucho más relevante: “las dificultades que el mundo actual presenta a la transmisión de la fe”.  

Convocatoria al Sínodo sobre la Nueva Evangelización
El papa Benedicto XVI, discerniendo su preocupación inicial como un asunto de auténtico interés universal compartido por los obispos de diversas regiones, durante la Homilía conclusiva de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio anunció dedicar la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos al tema de la Nueva Evangelización: “Durante los trabajos de la Asamblea se ha subrayado a menudo la necesidad de volver a proponer el Evangelio a las personas que lo conocen poco o que incluso se han alejado de la Iglesia. Se ha evocado muchas veces la urgente necesidad de una nueva evangelización también para Oriente Medio. Se trata de un tema muy extendido, sobre todo en los países de antigua cristianización. También la reciente creación del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización responde a esta profunda exigencia. Por eso, después de haber consultado al episcopado del mundo entero y después de haber escuchado al Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, he decidido dedicar la próxima Asamblea General Ordinaria, en 2012, al siguiente tema: «Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam - La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana»[5]”.

Fase Preparatoria del Sínodo
Con el anuncio precedente se iniciaron los trabajos de preparación del Sínodo que durarían dos años. En estos trabajos colaborarían dos instituciones diversas coincidentes en unidad de fines: 1. El Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización; 2. El Secretariado del Sínodo. Después de las debidas consultas, en Febrero de 2011[6] se publicaron los “Lineamenta” cuyos primeros destinatarios fueron los Obispos y las Conferencias Episcopales con la finalidad de preparar la comunicación del Colegio Episcopal sobre el tema particular. Los “Lineamenta” se dividieron en tres capítulos para desarrollar el tema de la Asamblea Sinodal: 1) Tiempo de nueva evangelización; 2) Proclamar el Evangelio de Jesucristo; 3) Iniciar a la experiencia Cristiana.

Anuncio del año de la Fe
El siguiente acontecimiento que se sitúa en un contexto más próximo fue la convocación, el 11 de octubre de 2011, del “Año de la Fe” a través de la carta Apostólica “Porta Fidei”[7] con la que el Papa Benedicto XVI  en el contexto del 50º aniversario del inicio del concilio Vaticano II y del 20º aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica llamaba a toda la Iglesia a un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. En este contexto más amplio situaba la Asamblea General del Sínodo de los Obispos en el mes de Octubre de 2012 que coincidiría con el inicio del año de la Fe.

Fase previa: el Instrumentum laboris
Los preparativos del Sínodo continuaron con las grandes expectativas que el año de la fe suscitó, de modo que después de haber recibido el material de los obispos y de las Conferencias Episcopales incluidos los cuestionarios de los “Lineamenta”, el Consejo de la Secretaría General con la ayuda del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización redactó el Instrumentum laboris[8] que fue publicado en Junio 2012 después de haber sido aprobado por Benedicto XVI como documento de trabajo para guiar las discusiones sinodales. El documento se dividió en cuatro capítulos: 1) Jesucristo, evangelio de Dios para el Hombre; 2) Tiempo de Nueva Evangelización; 3) Transmitir la Fe; 4) Reavivar la acción Pastoral.

El sínodo
El Sínodo se realizó en Roma del 7 al 28 de Octubre de 2012. El 11 de Octubre inició solemnemente el año de la Fe. De modo que el año de la Fe inició con el sínodo sobre la Nueva Evangelización y la Transmisión de la Fe.  Participaron 262 padres sinodales, el mayor número en la historia de los Sínodos. Durante las discusiones del Sínodo las reflexiones se dirigían cada vez más hacia la Iglesia misma y no sólo hacia el problema que originalmente suscitó la preocupación de Benedicto XVI, el problema de la secularización. Así, se puede decir que el número 16 del “Instrumentum laboris” se volvería el programa de reflexión, no sólo para el Sínodo sino para muchos de los obispos durante el año de la Fe, entre ellos el Cardenal Bergoglio: “las transformaciones no sólo se refieren al mundo y a la cultura, sino que también tocan en primera persona a la misma Iglesia, a sus comunidades, a sus acciones y a su identidad. El discernimiento es visto entonces como el instrumento necesario, como el estímulo para afrontar con más coraje y con mayor responsabilidad la situación actual”.[9]

En este sentido, podemos decir que el Sínodo cambio de dirección. En principio, se dirigía hacia la reflexión de los “tiempos” y los “escenarios” áridos para la evangelización, pero después se volcó sobre la Iglesia misma que atravesaba su propio desierto. Pero en esa “desertificación”, primero del “mundo” y, después de un discernimiento serio, de la misma Iglesia, se encontraba un nuevo espacio de esperanza en el que resonaron como una luz las palabras de Benedicto XVI en la Homilía de la apertura del Año de la fe: “a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir”[10]

La renuncia del papa Benedicto XVI
A sólo 4 meses de haber iniciado el año de la fe, el 11 de febrero de 2013, el papa Benedicto XVI, por motivos de edad avanzada y de salud, renunciaba al ministerio petrino. En el anuncio de su renuncia se perciben ciertos rasgos de las preocupaciones que en el contexto del Sínodo de la Nueva Evangelización y del discernimiento propio del año de la fe se habían presentado como particularmente graves: “en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.[11]

La elección del papa Francisco
La sede vacante inició el 28 de Febrero de 2013. El 4 de marzo iniciarían las Congregaciones Generales de los Cardenales en donde, además de los temas polémicos, se trató con particular importancia la cuestión de la nueva evangelización y la misión de la Iglesia en el mundo. Además, como era natural, se incluyó en el “perfil” del nuevo papa un elemento al que Benedicto había invocado en su renuncia: “vigor de cuerpo y espíritu” para anunciar el Evangelio y gobernar a la Iglesia.

El 13 de Marzo el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido por los Señores Cardenales, Obispo de Roma. Depositaron, así, en Él la confianza para emprender la anhelada “Nueva Evangelización” que Benedicto XVI vislumbró y en favor de la cual decidió renunciar. Su misión, como Papa Emérito, según las expresiones que Él mismo usaría tiempo después, ahora consistiría en sostener a través de su oración y sacrificio a su Sucesor en la delicada misión del “Anuncio del Evangelio en el mundo actual”.

El proyecto de “Nueva Evangelización” de Francisco
Pocos días después del inicio de Pontificado de Francisco, el cardenal Jaime Ortega, con la autorización del papa publicaría un discurso breve presentado por Bergoglio en las Congregaciones Generales Cardenalicias previas al Cónclave titulado “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”[12] en donde mencionaba la urgente necesidad de llevar a cabo la anhelada Evangelización dando algunas indicaciones concretas: 1. El llamado de la Iglesia a salir de sí misma e ir hacia las periferias existenciales; 2. El llamado de la Iglesia a salir de la auto-referencialidad; 3. La Iglesia auto-referencial que vive de si, para sí es una Iglesia mundana, la Iglesia evangelizadora sale de sí. 4. El próximo papa ha de ser un hombre que desde la contemplación y adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias y a vivir la dulce y confortadora alegría de evangelizar.

La otra Fuente: Aparecida
El Cardenal Bergoglio no tuvo una participación pública en el Sínodo. Ni tampoco en el Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización. Sin embargo, tenía una propuesta muy clara sobre las preocupaciones del Sínodo. Él mismo realizó su discernimiento, en la “experiencia del desierto”,  que lo llevó a afirmar con claridad lo que es esencial para vivir: la alegría del Evangelio. Pero, su discernimiento se remonta a su experiencia como pastor: Latinoamérica. Así, su reflexión sobre el tema del Sínodo se había gestado algunos años antes y se había cristalizado ya en un programa pastoral en el que había colaborado para su desarrollo como Redactor y desde el cual había renovado la vida de su propia Arquidiócesis: El documento final de la V conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida[13]. Así, Francisco tendría dos fuentes principales para plantear la cuestión de la “Nueva Evangelización”, el Sínodo y Aparecida. Estas fuentes junto con su programa de renovación expresado en el discurso “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” están a la base de la exhortación apostólica

La encíclica “a cuatro manos”: Lumen Fidei
El papa Francisco se presentó inmediatamente como un Papa innovador y renovador de la vida de la Iglesia,  desde los principios que propuso en las Congregaciones Generales. Sin embargo, fue también significativa su delicadeza de afirmar una continuidad con su predecesor Benedicto XVI, continuidad y respeto que ratificó de moto particular en la publicación de “la encíclica a cuatro manos” “Lumen Fidei”,[14] sobre todo, teniendo en mente que la primera Encíclica de un Papa normalmente es “programática”.

La primera encíclica de Francisco fue un documento que en casi su totalidad fue escrito por su predecesor, además de ser una encíclica “doctrinal” siendo que Él tenía en mente un programa pastoral. Este gesto significa, además de su aprecio por Benedicto, una confirmación de que cualquier programa pastoral por más urgente que sea se debe de fundar en la “Luz de la Fe” que ha de iluminar la acción de la Iglesia.
Así, la encíclica “Lumen Fidei” acompañaría la reflexión final del año de la fe pero no lo concluiría, para su conclusión Francisco preparaba otro “hermoso documento que pudiera ayudarnos” presentado por Él con estas palabras: “Pensé hacer una exhortación sobre la evangelización en general y añadirle las cosas del sínodo”. Y en estas palabras encontramos el contenido esencial del documento.

El documento conclusivo del año de la Fe: Evangelii Gaudium
La exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”,[15] no es una exhortación apostólica post-sinodal. Es el documento conclusivo del año de la Fe. El año de la Fe concluye con una exhortación sobre la evangelización a la que se le añaden algunas de las preocupaciones y de las “propositiones” del Sínodo. El contexto del documento es, sin embargo, el Sínodo. Pero su contexto eclesial es mucho más amplio, no sólo abarca la Asamblea General del Sínodo de los Obispos sino, también,  el resto de los acontecimientos que hemos señalado especialmente la renuncia del Papa Benedicto XVI, las Congregaciones Generales y su propia elección como Soberano Pontífice.

Así, podemos decir que es un documento “sui generis” puesto que, aunque tiene como antecedente la Asamblea Sinodal, no es en sentido estricto el “fruto” del ejercicio colegial del Sínodo, sino, más bien, la comunicación de su propia propuesta de evangelización que se funda en un llamado a la Iglesia a su propia conversión, desde la experiencia latinoamericana de Aparecida. En este sentido, se puede decir que Francisco inicia su Pontificado en el “discernimiento” propio del año de la Fe y de la Nueva Evangelización y el fruto de este discernimiento “eclesial”, que incluye estos acontecimientos de no menor relevancia que el Sínodo, se expresa en la exhortación apostólica.

Así, la exhortación representa, un desarrollo amplio de aquel discurso “La dulce y confortadora alegría de evangelizar” en el que los Cardenales vieron a un hombre que desde la contemplación y adoración a Jesucristo ayudaría a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales con el “vigor y espíritu” que requiere el mundo actual.

La exhortación Apostólica: programa pastoral
En este sentido, la exhortación apostólica es un programa pastoral, escrita en un lenguaje “novedoso” por sencillo  y popular, con un espíritu misionero y evangelizador, cristo-céntrico, que se funda en el discipulado, que busca la transformación de las estructuras eclesiales que ya no sean adecuadas para la Evangelización, a través de una conversión pastoral, que haga a la Iglesia “salir de sí misma” e ir al encuentro del prójimo.

Coincide notablemente la continuidad en la preocupación con sus predecesores y destaca la novedad de la propuesta concreta. Así, al final del camino se integran dos visiones complementarias en una perspectiva eclesiológica de continuidad en la doctrina y de renovación en la Pastoral. El giro que inicialmente desarrolló el paso de los “lineamenta” a la “Instrumentum laboris”, de pensar primero en la “Situación de la Iglesia” antes que en la “Situación del Mundo Actual”, se vuelve el vínculo fundamental entre ambos pontificados. La respuesta a las necesidades del mundo actual no está ni en la “secularización” ni en las “dificultades para la transmisión de la fe” que el mundo ofrece a la Iglesia, sino en las dificultades que la Iglesia encuentra en sí misma para la “transmisión de la fe”.

La exhortación en este sentido se dirige a toda la Iglesia promoviendo una auténtica Reforma Pastoral cuya esencia consiste en reanimar la alegría del encuentro con Cristo en todos los bautizados para que desde esa alegría y con esa alegría se pueda transformar naturalmente las instituciones eclesiales en instituciones misioneras que lleven a la Iglesia a “salir de si” para ir al encuentro de los demás con un profundo sentido cristo-céntrico libre de toda auto-referencialidad. Este sentido programático es señalado por Francisco en la Exhortación con las siguientes palabras: “…desta­co que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importan­tes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están”.[16]

El documento inicia con una introducción teológica que presenta la “alegría” del Evangelio. Continúa con una estructura integrada por cinco capítulos: 1) La conversión misionera de la Iglesia; 2) En la crisis del compromiso comunitario; 3) El anuncio del Evangelio; 4) La dimensión social de la evangelización; 5) Evangelizadores con Espíritu. Sobre los contenidos del documento reflexionaremos ampliamente en el transcurso de estas Jornadas por lo que no le dedicaremos más tiempo en esta presentación.

Conclusión
Con estas reflexiones que pretenden presentar la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” para las Jornadas de Estudio Teológico de la Universidad Católica “Lumen Gentium” de la Arquidiócesis de México, deseo exhortar a toda la comunidad académica, alumnos y profesores, a lo siguiente: 1. Discernir con el auxilio de la ciencia teológica y en el espíritu del documento, el papel de la Universidad Católica en la Evangelización. 2. Discernir los modos concretos en los que una comunidad académica puede “salir de sí misma” e ir a las “periferias” también en el ámbito de la cultura, “allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas”[17] para superar los riesgos de “mundanidad” y “auto-referencialidad” que pueden asechar también a una Universidad Católica. 3. Renovar nuestro encuentro personal con Cristo, para que desde la contemplación y la adoración de Jesucristo, como auténticos discípulos podamos vivir la dulce y confortadora alegría de evangelizar.




[1] FRANCISCO, EvangelIi Gaudium, 1.
[2] BENEDICTO XVI, Mensaje en las Vísperas de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, 28 de Junio de 2010.
[3] El 30 de Junio de 2010 se llevó a cabo el nombramiento de Mons. Fisichella como Presidente.
[4] BENEDICTO XVI, Ubicumque et Semper, 21 de Septiembre de 2010.
[5] BENEDICTO XVI, Homilía en la misa conclusiva de la asamblea especial para oriente medio del sínodo de los obispos, 24 de Octubre de 2010.
[6] SINODO DE LOS OBISPOS, XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA “LA NUEVA EVANGELIZACIÓN PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE CRISTIANA, Lineamenta.
[7] BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “Porta Fidei”, 11 de Octubre de 2011
[8] SINODO DE LOS OBISPOS, XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA “LA NUEVA EVANGELIZACIÓN PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE CRISTIANA, Instrumentum laboris.
[9] SINODO DE LOS OBISPOS, XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA “LA NUEVA EVANGELIZACIÓN PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE CRISTIANA, Instrumentum laboris, 16
[10] BENEDICTO XVI, Homilía en la celebración eucarística para la apertura del Año de la fe, 11 de octubre de 2012.
[11]  BENEDICTO XVI, Declaratio, 11 de Febrero de 2009
[12] PALABRA NUEVA, Manuscrito del Cardenal Jorge Mario Bergoglio “La dulce y confortadora alegría de evangelizar” 25 de Marzo de 2013.
[13] CELAM, Documento Conclusivo de la V conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida.
[14] FRANCISCO, Lumen Fidei, 29 de Junio de 2013
[15] FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 24 de Noviembre de 2013
[16] FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 25
[17] FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 74

lunes, 23 de septiembre de 2013

34. [Ph.] [S.Th.] El desafío de la visión cristiana del hombre en la cultura contemporánea



PRIMERA PARTE: LA SOCIEDAD ACTUAL

La crisis de la cultura contemporánea
1. Entre los pocos consensos que se pueden establecer entre pensamientos claramente distantes y opuestos parece haber un relativo común acuerdo sobre la crisis que atraviesa la civilización occidental. Esta crisis es, ante todo, una crisis de la cultura moderna, o de la cultura que ha devenido como parte del proyecto social que ha implicado la modernidad desde sus orígenes. De ahí que algunos pensadores importantes hablen del fin de la modernidad e inauguren una nueva etapa histórica que al ser llamada pos-modernidad es definida negativamente en razón de su oposición al periodo crítico. Mientras que las explicaciones difieren en el análisis causal y en las predicciones referentes al porvenir, hay una relativa convergencia en hablar de la crisis. Las descripciones y categorizaciones, sin embargo, varían de autor en autor.

La pluri-dimensionalidad de la crisis
2. La crisis que atraviesa la civilización occidental tiene como una de sus características más representativas su carácter radical. Son los mismos principios sobre los que se ha fundado la cultura moderna los que habiendo sido puestos en entredicho han provocado un desmoronamiento que ha afectado la amplia diversidad de dimensiones antropológicas y sociales que constituyen en unidad la cultura en sentido amplio.

La crisis de la razón teórica: el problema de la verdad
3. La crisis de la razón, al presentar la misma pretensión de verdad como superflua, ha devenido en la pérdida no sólo del sentido del quehacer intelectual sino de todo obrar humano y por lo tanto de la opción personal y comunitaria por el bien. En este sentido, se padece una crisis teórica profunda y una crisis práctica concomitante sumamente alarmantes, ambas abarcando no sólo los ámbitos propios de las ciencias del espíritu sino también aquellos ámbitos constitutivos de la vida humana globalmente considerada.

La crisis de la razón práctica: el problema del bien
4. La pérdida de objetividad de la verdad como norma del obrar humano, y, por lo tanto, como criterio regulador de lo justo para el hombre, en razón de su dignidad y de su naturaleza trascendente, ha provocado una crisis moral profunda que ha afectado las mismas condiciones en las que se ejerce la libertad. De modo que no sólo aparece un problema cuyo “opositum per diametrum” sea la restauración de las costumbres en la promoción de la moralización, sino que implica, de suyo, volver a presentar los mismos fundamentos que hacen posible el discurso teórico y ético objetivo.

La crisis de la razón práctica: el sentido de la libertad
5. La pérdida de objetividad de la norma moral se ha establecido en la cultura desde la base de los principios del liberalismo, según los cuales el principio único y constitutivo del hombre es la libertad, y, una libertad que se niega a someterse a cualquier restricción, entre ellas especialmente a los contenidos propios de la ley moral. En este sentido la cultura ha experimentado una sobre-valoración de la libertad que ha sido puesta como el único principio absoluto sobre el cual han de tenerse por relativos el resto de los bienes humanos y sociales. Así el hombre moderno, desvinculando la libertad de la verdad sobre el hombre, de su existencia trascendente, de su dignidad intrínseca y de la ley moral natural que constituye la vía para su propia realización, lejos de alcanzar la liberación querida, se ha hecho esclavo de los reduccionismos, de las modas y de los impulsos más elementales.

La crisis de la razón política: el problema del bien común
6. La separación radical, en el orden del obrar humano, entre el sentido moral de la acción y su sentido político, entendido uno como el carácter moralizante de la acción humana en razón del fin trascendente del hombre y por lo tanto del bien moral objetivo, y el otro como el carácter social de la misma acción en razón de la promoción del bien común objetivo, ha provocado una conciencia falsa en donde se piensa que el orden ético es irrelevante para el orden político. De modo que las mismas acciones humanas, en su carácter ético, han quedado reducidas a los juicios subjetivos frecuentemente asociados a los sentimientos y el orden político al establecimiento de las normas del consenso que permita la regulación del poder y de las luchas de intereses aledañas a su ejercicio y posesión.

La crisis de la razón política: el problema de la autoridad
7. La crisis política afecta no sólo la concepción misma del ejercicio de la política, sino que ignorando el carácter político que de suyo implica la acción humana en razón de su sociabilidad constitutiva ha perdido el sentido tanto de la esencia de la política, como del arte y de la técnica propia, ignorando teórica y prácticamente el sentido propio del ejercicio de la autoridad, principio auténtico de unidad y orden de las acciones humanas para la promoción del bien común.

8. Desvinculado el acto humano de su carácter moral en razón del bien, y de su carácter político en razón del bien común, la acción humana en su carácter político se ha reducido a ser un arte de instrumentalización, y, por lo tanto, de dominación sin una finalidad objetiva en perjuicio de la persona y de su dignidad. Así la autoridad reducida al ejercicio del poder ha quedado subyugada a las leyes de su adquisición, preservación y aumento.

La crisis de la razón jurídica: el problema de la justicia
9. La crisis política que implica la desvinculación del orden moral con el orden social y político ha provocado una consecuente crisis jurídica. Separados el orden moral del orden jurídico, la ley positiva de la ley natural, el único criterio que puede fundar la legalidad no será ya ni la recta razón ni el principio de autoridad, que apelan necesariamente al bien y al bien común con pretensión de verdad, sino el consenso, que dadas las condiciones en las que normalmente se establecen los diálogos deriva en la voluntad del más fuerte. La noción de justicia en la cultura del pensamiento débil no tiene cabida.

La crisis de la razón económica: el problema del individualismo y de la justicia social pendiente
10. La crisis se manifiesta también en el orden económico. La crisis económica global no es sólo un dato descriptible, que exija una explicación desde la economía positiva, en razón de la multiplicidad de factores que han provocado uno de los pronósticos más negativos en los indicadores globales de desarrollo y crecimiento sino que siendo mucho más profunda implica una nueva visión de la economía, que trascienda sus limites positivos hasta poder establecer una economía normativa. Sin embargo, el surgimiento de la ciencia económica, uno de sus presupuestos fue la separación, en el análisis, del carácter moral de la acción de su contenido puramente económico. Su carácter ético, del mismo modo que en la teoría política, se confinó al orden de las emociones, y su carácter económico al orden de las preferencias que implicarían las decisiones en cuanto a la procuración de bienes escasos. Separando la noción moral de bien de la noción económica de bien y de la necesaria repercusión política y social que tiene de suyo cualquier acto humano en cuanto económico, se impuso una cultura utilitarista en la cual el ejercicio de la libertad económica no tiene ninguna referencia objetiva ni al orden moral ni al bien común, ni a la comunidad, a no ser en cuanto a instrumento del individuo. De este modo las instituciones económicas, han excluido a-priori la justicia social.

La crisis del matrimonio y de la Familia en la cultura hedonista
11. La crisis misma de la verdad y del bien ha afectado el núcleo del desarrollo social de las personas: la familia. Una de las dimensiones que más ha sido afectada es la dimensión familiar de la existencia humana. La familia como institución natural y base de la sociedad experimenta una crisis que supera cualquier otro reto precedente pues afecta a su misma comprensión. La noción misma de familia ha pasado a formar parte de las nociones líquidas, que se desvanecen en el relativismo teórico, antropológico y moral. El matrimonio, institución natural fundada en el amor y en la entrega mutua definitiva de un hombre y una mujer, que constituye el inicio de la familia en cuanto a que está ordenada a la generación de la vida y a la educación de los hijos, ha quedado reducido a un contrato soluble e inestable que en el mejor de los casos preserva el orden natural de la sexualidad humana y en muchos otros, cada vez más frecuentes, se disuelve en uniones antinaturales e infecundas.

12. La crisis de la familia y del matrimonio manifiesta una crisis de la sexualidad concomitante que por un lado aparece en el dato de un cierto erotismo transversal que se constituye en todos los niveles de una cultura que podemos definir como pansexual y por otro lado que dificulta gravemente la realización de la persona en el amor. Al no ser capaz de presentar el sentido real de la dimensión sexual de la persona humana ha dejado en crisis a la juventud, a la familia, al matrimonio, especialmente en el ámbito propio de la fidelidad conyugal, e incluso a la vida religiosa, generando a la vez un gran vacío afectivo con graves obstáculos para la realización de la persona en el amor auténtico, en razón de su dignidad, del bien moral y de su dimensión trascendente.

La crisis de la razón religiosa: relativismo
13. Una de las dimensiones más afectadas por la crisis que lleva de suyo el momento histórico que denominamos pos-modernidad es la dimensión religiosa del hombre en, al menos, un doble sentido. En primer lugar el pluralismo de expresiones religiosas ha logrado una relativización de los discursos religiosos que conlleva en una gran parte de ellos, al menos en su carácter público, a la renuncia a su pretensión de verdad. En la cultura occidental se observa cada vez más la influencia de las religiones orientales, que no exigen la renuncia a las demás profesiones religiosas sino que parecen poder subsistir conjuntamente sin ningún inconveniente.

La crisis de la razón religiosa: libertad religiosa
14. En segundo lugar, enfrentamos una cultura en donde en mayor o menor medida la religión parece no tener nada que aportar a la comunidad política y por lo tanto o queda subordinada y absorbida por el sistema político afectando severamente a la libertad religiosa o queda simplemente tolerada, ignorando gravemente el carácter constitutivo de la dimensión religiosa del hombre y su relación intrínseca con el orden moral y por lo tanto con las bases de viabilidad y desarrollo sano del mismo estado en relación al bien común objetivo. Los efectos nocivos del secularismo no sólo se dejan ver en las represiones o persecuciones históricas y concretas sino en la constitución deficiente de la misma comunidad política que intenta regir e instituir la convivencia de la comunidad política en un estado sin referentes morales ni religiosos. La cual, al ser edificada sobre una visión reducida del hombre, no es capaz ni de crear ni de desarrollar los vínculos más profundos de fraternidad y solidaridad, ni de procurar el amor y el respeto a las leyes justas. Este estado, tampoco ha sido capaz ni de procurar la justicia, ni de cumplir adecuadamente sus fines temporales legítimos ni mucho menos de fomentar la vida moral necesaria para la estabilidad mínima de la sociedad. La renuncia a los referentes religiosos y morales en su necesaria aportación al bien común atenta gravemente contra la misma comunidad generando o bien un estado totalitario o un estado políticamente inestable.

La crisis de la razón religiosa: el problema del ateísmo
15. La cultura moderna, habiendo renunciado a la reflexión profunda sobre el ser y a la verdad última de las cosas, se ha hecho incapaz, al menos como sociedad, de conocer por los efectos a la causa primera e incausada, a Dios como primer principio de la realidad y fin último de todas las cosas. De este modo, sin ejercer rectamente su inteligencia elevándose desde el ente finito hasta el ser eterno, no ha podido reconocer ni a Dios, ni al deber que la misma razón le impone de buscarlo y rendirle culto. La crisis de la verdad en la racionalidad moderna, ha suscitado el ateísmo que por estas razones teóricas, pero sobre todo por afirmar la libertad absoluta en la vida práctica, no sólo ha negado la existencia de Dios sino que ha intentado edificar la cultura humana y la vida de las personas al margen de su existencia.

La crisis de la razón elemental: los atentados contra la vida.
16. La crisis ha llegado a oscurecer los principios más básicos de la convivencia social como el respeto al derecho a la vida. Una cultura que no sólo es capaz de promover sistemáticamente la eliminación de los más indefensos no sólo se hace culpable de un gran crimen sino que manifiesta su mismo estado de incapacidad para reconocer las verdades más elementales. Así, los atentados contra la vida humana de los inocentes en nuestro tiempo, son un signo de la decadencia profunda de la cultura y del estado frustrado en el que el espíritu humano despliega su libertad.

La crisis de la razón formativa: la pérdida del sentido de la educación
17. La crisis también ha afectado la concepción misma de la educación. Una razón débil produce una educación débil, que no capacita a la persona ni para el bien en la virtud ni para la verdad. Los modelos educativos recientes han sustituido las perspectivas de formación integral en donde el cultivo de las virtudes y de la totalidad de las potencialidades humanas se había promovido conforme a la regla de la recta razón, por una serie de praxis que ahora tienen por única finalidad la simple capacitación para la productividad. Así la educación en muchos casos se ha constituido únicamente como capacitación técnica para la inserción instrumental de la persona en el sistema de producción económica.

La crisis de la belleza y de las artes
18. La crisis ha alcanzado, también, el ámbito propio de la estética y de las artes, haciendo no sólo la noción de belleza una noción inalcanzable sino reduciendo también el carácter bello de la realidad a las preferencias y a las emociones subjetivas más diversas. Las bellas artes en muchos casos han perdido su carácter de belleza, el cual, ha sido sustituido por la capacidad técnica que tienen de suscitar emociones pasajeras y fugaces, desvinculándose así, de la misma dignidad humana que están llamadas a ensalzar y de su relación constitutiva con el ser en cuanto bello.

Crisis de la comunicación y lenguaje
19. La crisis se ha extendido hasta el punto en el que los mismos términos que se utilizan para significar la realidad han perdido cada vez más su sentido realista y significativo, quedando sujetos a la dinámica pragmática y a ser utilizados en sentidos diversos, incluso contradictorios, de acuerdo únicamente a la intención práctica del sujeto, que no en pocas ocasiones, ha vaciado de significado un término para imponer un pensamiento específico. En este sentido, las palabras significan cada vez menos a la realidad y significan más las intenciones de quienes son capaces de impactar la cultura y modificar el lenguaje para imponer un pensamiento dominante. En este sentido, no es poca la influencia que ha tenido la industria del entretenimiento global para dejar no sólo al hombre incapacitado para el bien, la verdad y la belleza sino también para comunicarse adecuadamente.

La razón fundamental: una crisis antropológica
20. Podemos decir que toda la crisis descrita es una crisis de la cultura en sentido amplio, o bien una crisis antropológica en diversos sentidos. Primero lo es en el nivel de la auto-comprensión que el hombre tiene de sí mismo, de su dignidad, de su trascendencia y de su orientación real al bien y a la verdad. Segundo lo es en el nivel de la acción en sentido amplio que se constituye en la fuente de la cultura. La acción humana que se hace cultura, en este sentido, no ha tenido como principio de orden la verdad ni mucho menos ha buscado el bien integral de la persona, por lo que se ha hecho incapaz de promover el bien común auténtico y se ha limitado a fomentar el desarrollo parcial de la comunidad humana dejando los aspectos fundamentales a veces no sólo sin desarrollo sino en circunstancias cada vez peores.

SEGUNDA PARTE: DE LA CRISIS CONSTATADA REFERIDA A SUS CAUSAS

De las causas diversas a la búsqueda de un principio teórico
21. La crisis constatada es el resultado de la ínter-relación de una gran diversidad de causas históricas, filosóficas, sociales, políticas, económicas y religiosas en un proceso largo y tortuoso. Aunque pareciera una tarea imposible establecer los principios que han originado la crisis de la sociedad pos-moderna, no podemos renunciar al estudio profundo de, al menos, aquellas generalidades que la han promovido.

PRIMERA TESIS
Relación entre el orden práctico y el orden especulativo
22. Como primer principio teórico establecemos que dado que la cultura es la obra humana en sentido general y estricto, y el obrar humano se funda siempre en una intención conocida, hay una precedencia del orden especulativo al orden práctico en la dinámica social que ha derivado en la cultura actual. Dicho de otro modo, ha sido una cierta comprensión del hombre y de la sociedad la que ha promovido el desarrollo de una cultura que ha devenido en la crítica sociedad pos-moderna.

La interacción de visiones teóricas en el pluralismo de la sociedad actual
23. La relación entre el orden especulativo y el orden práctico implica el hecho de que el hombre ha de actuar necesariamente de acuerdo al conocimiento que tiene de sí mismo y del mundo. Dicho de otro modo, dado que es imposible actuar sin razón, sino que a todo acto humano le acompaña no sólo una razón intrínseca al acto mismo sino una comprensión general de la propia vida, la cultura no es el resultado de actos ciegos, sino la expresión y edificación práctica de las visiones teóricas dominantes y sus interacciones.

La importancia del poder político en la promoción de una visión teórica
24. Las conductas individuales y sociales siguen, entonces, un orden teórico dominante, explícito o implícito en los modelos educativos y culturales promovidos que a su vez son el resultado del desarrollo práctico e histórico precedente que ha implicado también su necesaria correspondencia teórico-práctica en el devenir histórico y se ha impuesto como rector de la vida social regularmente, aunque no sólo, a través del poder político.

25. Una cultura producida por los actos humanos que son personales, sociales y comunitarios, será el resultado de la interacción práctica de una una serie de comprensiones teóricas que promoviendo ciertas conductas individuales y sociales, interactúan entre sí desde distintos niveles de influencia que tienen en cuanto agentes culturales, bajo la rectoría de quien detenta el poder político de la comunidad. Así en el dinamismo cultural se establecen relaciones complejas y continuas entre todos aquellos que en mayor o menor medida tienen la capacidad de promover una cierta visión antropológica. En este sentido, no sólo es importante considerar la promoción de una cierta visión teórica dominante que de suyo hace el poder político jurídicamente constituido, sino que, concomitantemente aparecen también otras instancias como el poder económico y los medios de comunicación. Al mismo tiempo se ha de pensar que dado que los actos humanos son siempre actos de la persona, luego entonces,  la familia, los individuos, y las instituciones que propiamente conforman la sociedad civil, tiene una función fundamental en el dinamismo descrito, a veces en armonía con las instituciones que tienen mayor capacidad e influencia, a veces en abierto desafío u oposición.

SEGUNDA TESIS
La cultura auténtica se funda en la verdad y el bien
26. Una acción humana fundada en un conocimiento verdadero promoverá una cultura verdadera que promueva el desarrollo integral de la persona. Una acción humana fundada en una comprensión errónea sobre el hombre no podrá promover una cultura verdadera porque en muchos casos no sólo no promovería el desarrollo integral y el perfeccionamiento pleno de la persona sino que atentaría contra ella. Dada la necesaria conexión entre el orden especulativo y el orden práctico, una cultura que se funda en la verdad sobre el hombre promoverá auténticamente su bien, y no sólo en algún aspecto, “secundum quid” sino en su sentido pleno e integral “simpliciter”.

El error agente
27. El error en cuanto a que puede ser principio de alguna acción defectuosa (en la acción de "alguien") se hace agente de degeneración de la cultura. Los errores de los individuos al comunicarse propagan su eficacia degenerativa y en pocos casos lo hacen con tanta fuerza como cuando lo hacen con la fuerza del estado en el ejercicio del poder político. Una cultura fundada en ciertos errores antropológicos, podrá promover ciertos bienes para el hombre, como los bienes económicos, pero serán siempre bienes particulares “secundum quid” siendo mayores los males en cuanto a que no sólo pueden no promover el desarrollo integral de la persona que implica las dimensiones morales y religiosas sino que puede obstaculizarlo e incluso impedirlo.

Los errores de nuestro tiempo
28. Dada la correspondencia entre el orden teórico y el orden práctico es necesario identificar con precisión los errores de nuestro tiempo, que han promovido la crisis de la cultura actual en sentido amplio. Es necesario, no sólo reconocerlos como tales sino retomar sus posibles preocupaciones u aportaciones legítimas en la búsqueda de la promoción de la persona e integrarlos en una visión integral de la persona.

Los bienes de la modernidad
29. De modo que junto con el examen de los errores de nuestro tiempo es necesario, también, sabiendo que el error nunca se da en estado puro, sino que se presenta siempre sustentándose en verdades parciales, reconocer aquellos bienes parciales, particulares y específicos que el mismo proceso histórico y cultural de la modernidad ha desarrollado y que hemos llamados los bienes secundum quid de la modernidad. Sin olvidar que lo que se busca es el bien integral de la persona y la realización última de su vocación, es posible integrar aquellos logros en una acción conjunta, inteligente y eficaz, que debe ser precedida por un examen minucioso que sepa distinguir la verdad del error y el bien del mal.

TERCERA PARTE: LA RESPUESTA CRISTIANA

La pluralidad y el cristianismo
30. En la edificación de la cultura encontramos una pluralidad de actores que promoviendo distintas concepciones teóricas del hombre actúan e interactúan. Entre los distintos actores existen algunos que promueven gravísimos errores que degeneran la cultura y otros que aunque con visiones menos completas promueven también con verdad ciertos aspectos positivos para la cultura.  
31. En medio de estas interacciones los cristianos sabedores de haber recibido el auxilio de la divina revelación están llamados a proponer el esplendor de la Verdad, de formas siempre nuevas y diversas de modo que pueda adquirir un papel rector en la composición de la sociedad y en el desarrollo de la cultura. En este sentido, podemos decir que aunque el sujeto de la evangelización es siempre la persona, la misión acuciante de la Iglesia para nuestro tiempo es la evangelización de la cultura, que implica no sólo la evangelización de las personas y de los pueblos sino las transformación de la vida misma de la comunidad desde los principios del evangelio.

La Verdad y los niveles de diálogo
32. La visión cristiana del hombre tiene un contenido teológico que ha sido conocido por el hombre a través de la divina revelación y del asentimiento de la fe. Este nivel sobrenatural de la Verdad exige un compromiso bautismal en el anuncio, que invita a los cristianos a proponer a todos los hombres el mensaje divino de la salvación. Sin embargo, dado que la fe implica un acto de la voluntad aunque deba ser procurado por los cristianos no puede forzar la libertad de asentimiento de los sujetos que reciben el anuncio. De modo que el mensaje evangélico ha de ser propuesto en la dinámica interacción de los agentes de la cultura y a todos los hombres con toda su fuerza.

33. Pero, este no es el único nivel en el que los cristianos se pueden comprometer con la edificación de la cultura. Dado que la verdad revelada y la verdad natural tienen una unidad, es posible proponer en el ámbito público las verdades humanas que la razón por sí misma puede descubrir y que se imponen por la fuerza misma de los argumentos, por la validez de las demostraciones y por la evidencia que proporcionan.

El nivel filosófico de la visión cristiana del hombre
34. Gravísimas verdades sobre el hombre pueden ser conocidas por él en el ejercicio recto de su inteligencia. Estas verdades tienen que constituirse en los principios sólidos de la acción que se ha de promover en la cultura plural en el ordenamiento propio de la comunidad política. Es necesario, entonces, no sólo conocer los errores que degeneran la cultura y han provocado la crisis sino, sobre todo, conocer las verdades que la visión cristiana del hombre propone al ámbito universal de la razón y sus razones.

35. Especialmente los agentes de la cultura que pretendan implicarse en el ámbito de la vida pública a través de la acción social y política y promover una acción fundada en las verdades del cristianismo, han de conocer y distinguir con claridad los órdenes del discurso, teológico y filosófico, y de modo particular profundizar en las razones por las cuales se afirma la verdad misma de la concepción antropológica que promueven.

36. En este sentido es preciso reconocer que la autonomía de los asuntos temporales no los exime de la universalidad del evangelio, por el contrario los constituye en su orden natural propio según el cual han de desarrollarse conforme a la ley eterna expresada en la ley natural y sólo así, podrán ser aquellas realidades auténticas depositarias como terreno fecundo de la acción divina de la gracia.

Relaciones entre orden natural y orden sobrenatural: el peligro del naturalismo

37. Todo lo que constituye el orden temporal, a saber, los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, y todo lo semejante (AA), ha de ser desarrollado en sí mismo en cuanto a que posee un estatuto propio que pertenece al orden natural, sin olvidar que está en sí mismo, también, ordenado al fin último del hombre, por el que se específica su sentido en la perspectiva global de la vocación del hombre.

38. En este sentido, la distinción de los órdenes conviene para diversificar y especificar la acción en una sociedad plural, pero, de ninguna manera para diluir el contenido sobrenatural del evangelio al orden puramente natural en el así llamado “humanismo liberal”, lo que ha constituido el error del naturalismo que subyace al secularismo. Al contrario, recordando que, aunque las realidades temporales tienen un orden y un estatuto propio, ha querido Dios instaurar todas las cosas en Cristo: se ha de promover una acción integral basada en la firme resolución de transformar las realidades temporales no sólo según su estatuto propio, sino sobre todo según los principios del evangelio. Sabedores de que si el ordenamiento de las realidades temporales conforme a la ley natural implica graves exigencias en un programa de acción muy serio, su transformación según los principios evangélicos implica, en muchos casos, el testimonio heroico de la entrega de la propia vida por la causa del reino.

La nueva evangelización y la esperanza cristiana
39. Con la convicción segura de fe en que Dios dirige la historia a través de las causas segundas y de la gracia que misteriosamente distribuye a sus siervos y de intervenciones directas, creemos que la crisis de la cultura occidental es una oportunidad para edificar una sociedad mejor, en la que los cristianos hemos de tener un papel rector para la edificación de una nueva sociedad, firmemente arraigada en una cultura de la vida, distinguible por constituirse como una auténtica civilización del amor, edificada sobre los principios sólidos del evangelio en un auténtico respeto de la libertad religiosa de la persona, de su dignidad y de su altísima vocación.

40. El desmoronamiento de la modernidad nos hace reafirmar que sólo aquello que se edifica sobre la roca de la Verdad puede permanecer y que aunque lleva mucho tiempo a la verdad sanar el error, estamos en tiempo providente de promover una acción que tenga por finalidad la transformación de la cultura y de toda las realidades temporales conforme a la Verdad Plena, Jesucristo Rey del Universo y Señor de la Historia.

Epílogo
El presente documento fue desarrollado para ser comentado y profundizado en el congreso internacional de FUNDICE- CULTURA HUMANÍSTICA, realizado en la UPAEP, en el mes de Agoto de 2013.  Por lo tanto, no pretende ni ser un texto definitivo ni tampoco exhaustivo, sino únicamente señalar algunos aspectos que se consideran relevantes sobre la crisis que enfrentamos y que deben de ser desarrollados con más detalle para una visión más completa. Sirve por tanto, únicamente, como presentación de un amplio panorama aunque de modo superficial, acompañada de una propuesta etiológica provisional  y de una propuesta teórico-práctica sobre la respuesta cristiana a la crisis. En este sentido, la única finalidad del texto es promover una reflexión con seriedad de las circunstancias actuales y del necesario compromiso cristiano con el mundo, en la Iglesia y en el contexto de la Nueva Evangelización.