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lunes, 2 de septiembre de 2013

30. [Ph.] La esencia del hombre (IV) REALIZACIÓN INDIVIDUAL



CAPÍTULO III 

DE LA REALIZACIÓN INDIVIDUAL DE LA ESENCIA HUMANA

La persona humana.
Cuando el individuo substancial es un ser racional, capaz de obrar por sí mismo y de responder por sus actos, la hipóstasis es llamada persona.1 La persona es una hipóstasis en cuanto a substancia individualizada y actualizada, dinámica por la relación entre esencia y acto de ser, pero distinta del resto de las hipóstasis por su racionalidad y subjetividad
 
La persona es una substancia individualizada que es sujeto de pensamiento y de acciones libres, capaz de determinarse y de ser en cierto sentido quien quiera ser. No puede ser lo que quiera ser, pero si quién quiera ser.2 El hablar de persona humana implica hablar de substancia primera, y por lo tanto, aunque las reflexiones sobre la persona, abarquen los rasgos universales de la esencia del hombre, se refieren siempre a su realización concreta. 
 
La consideración del hombre como persona justifica metafísicamente, según lo hemos mencionado anteriormente, el que se le considere aliquis y no aliquid. El hecho de que ser persona es ser siempre alguien, revela su particular modo de individuación, él no es sólo un ente concreto y subsistente con una esencia común a la especie e individual en cuanto a que posee un acto propio incomunicable, sino que también es siempre un sujeto libre, consciente de su identidad única.
El hombre tiene, en cuanto a la dimensión personal de su ser, una identidad existencial específica, que, sin agotar las posibilidades de la esencia humana de la que participa y fundándose en ella, la expresa de formas siempre nuevas y diversas.
En este sentido, el conocimiento del hombre como persona según la definición de Boecio, individuae substantia rationalis naturae,3 es un conocimiento de la especie hombre y de su esencia según una nota esencial observable en ella: El significado individual, racional y libre de la substancia primera humana. La búsqueda de la esencia del hombre implica el reconocer su carácter personal, en el que cobra particular relevancia el reconocimiento de lo individualizante en el hombre.
La explicitación del significado único de la identidad existencial de cada persona implica conocer la totalidad de los accidentes que determinan su substancia y de modo particular aquellos accidentes que no son causados por la necesidad imperada que brota de su esencia, sino de aquellos que son causados por un principio intrínseco capaz de determinarse. Es decir, el reconocimiento del significado preciso de las particularidades humanas implica contemplar sus actos en cuanto a su ser determinantes en un modo único de la esencia individualizada del hombre.
Conocer la esencia de “Sócrates” implicaría conocer la dimensión personalísima de su acción. En este nivel, cada acto, aún tratándose materialmente del mismo, reforma o deforma a la persona según su subjetividad.4 La relación entre los actos y el sujeto personal implica, una estructura sumamente compleja.
Esta subjetividad no sólo se reduce a un modo de ser único que en última instancia estaría definido por la materia señalada y demás accidentes (especialmente el de cualidad y relación), en cuanto a determinación de la esencia, como podría tratarse de la individuación en cualquier otra hipóstasis.
La subjetividad en el hombre implica a la materia como principio de individuación, pero no se reduce sólo a ella, de ahí que sea algo más que pura individualidad.5 La esencia humana por su naturaleza espiritual requiere una individuación particular según su naturaleza espiritual.6  

Esta individuación obliga a que el individuo substancial sea único y distinto del resto de los individuos de la especie, no sólo por su materia señalada sino de modo más definitivo por su ser racional capaz de obrar por sí mismo y de responder por sus actos

El hombre como sujeto de su acción es persona en cuanto a su capacidad metafísica de actuar libre y racionalmente. En este sentido la conciencia que el sujeto tiene de sí en cuanto a ser racional, capaz de obrar por sí mismo y de responder por sus actos, es decisiva en el conocimiento de su individualidad. 

La subjetividad indica la unicidad de la persona, pero la dimensión esencial de esta unicidad escapa incluso a la conciencia del yo. Se trata del conocimiento de una estructura única, sujeto de una historia personal llena de circunstancias y de elecciones libres por las que el hombre se va construyendo a sí mismo. En este sentido la individuación en el hombre implica sus actos, no determinándolo en un sentido radical, sino individualizando su esencia humana de forma particular según su naturaleza y sus posibilidades.
La dimensión histórica de los actos humanos es metafísica en cuanto a que explica el ser del hombre singular. El conocimiento significativo de estas relaciones en el ámbito más existencial es de por sí problemático. Por un lado, las condiciones de posibilidad del conocimiento del otro hacen de éste un problema especial de la teoría del conocimiento. Se requiere la voluntad del otro en cuanto a que éste desee revelarse, mostrarse a sí mismo en sus palabras y sus obras.
Por otro lado este conocimiento estaría siempre dependiendo de lo que de la esencia individualizada se haya podido acceder por las palabras y obras7 de la persona y por lo tanto difícilmente alcanzaría a conocer “aquello que hace que Sócrates sea Sócrates” en sentido estricto.
Según lo dicho distinguimos entre persona y personalidad. La esencia de Sócrates en cuanto a hombre único implica su ser personal. La esencia de Sócrates en cuanto a Sócrates implica su personalidad.8
 
La personalidad es la realización existencial del ser personal en la que cada hombre en cuanto a individuo substancial racional, capaz de obrar por sí mismo y de responder por sus actos, se determina con su libertad. En la personalidad humana no sólo están implicados los elementos que por la materia quantitate signata individualizan al hombre como “este hombre”, sino que, de modo particular, son decisivos todas y cada una de sus decisiones, en cuanto a que han actualizado su ser en relación “a su fin” desplegando la perfección potencial propia de su naturaleza.
La personalidad se construye con el ejercicio de la libertad a través de los actos humanos que repercuten en la realización existencial de la naturaleza humana en la casi segunda naturaleza que es su personalidad. Por la libertad el hombre se constituye en causa de sí pues se llama libre el que es causa de sí mismo.9 Quién obra libremente, por propia iniciativa, y en este movimiento también obra movido por un hábito conforme a su naturaleza, y tal hábito lo inclina de manera natural actuando sobre sus potencias en relación a lo que le compete según su modo de ser obra según él mismo. Pero, si el hábito fuese contrario a su naturaleza, el hombre no obraría según lo que es él mismo, sino según alguna corrupción que se le hubiera sobrevenido.
Esta segunda naturaleza implica el bien del hombre en sentido absoluto o simpliciter. Es el bien del hombre en cuanto a algo sobreañadido a la esencia. El bien del hombre como realidad metafísica que lo determina en cuanto a las posibilidades de su actuar es su bonum simpliciter.
A lo perfectible que busca lo perfecto, y a lo perfecto que alcanza el ente al obrar para perfeccionarse a sí mismo y determinarse según una bondad total y completa a la que es capaz de llegar por medio de su ser potencial y de los accidentes que se adhieren en la substancia determinándola, nos referimos con bonum simpliciter.10  

El bonum simpliciter o el bien del hombre en sentido absoluto es el desarrollo de su propia personalidad en cuanto a la determinación que hace de sí mismo por sus actos libres en relación al fin que lo perfecciona totalmente. El bonum simpliciter, se refiere no a la substancia en sí misma, sino a la substancia en cuanto a que está perfeccionada en sentido pleno por los accidentes propios de la especie a la que pertenece.
El hombre alcanzara su bondad absoluta en la medida en que alcance su fin y se actualicen las potencias accidentales que tiene en sus respectivas perfecciones a las que aspiran. Como el desarrollo individual del ser personal es el resultado de la acción libre y se alcanza en mayor o menor grado, se predica análogamente y a ello nos referimos con el término de personalidad. La personalidad no se reduce a personalidad moral, ya que implica todos los demás elementos accidentales individualizantes que han sido mencionados, los históricos, los cualitativos, los relacionales, etc.
Pero la mayor parte de estos, que implican circunstancias espacio-temporales, culturales, tradicionales y hasta genéticos, no proceden de su libre arbitrio y por tanto aunque son parte de la condición en la que se despliega la libertad humana, no son tan significativos como las que dependen de sus propias decisiones. El estudio de la naturaleza del hombre implica conocer en su dimensión libre la repercusión que tienen sus actos en su esencia, especialmente los hábitos que perfeccionan tanto el entendimiento como la voluntad y que son propios de su espiritualidad.
La muerte, corrupción de la unidad substancial cuerpo y alma, anularía la individualidad humana si esta estuviese determinada únicamente a su materia quantitate signata. Sin embargo su singularidad permanece, no sólo en cuanto el alma sigue siendo forma de un cierto cuerpo, sino también en cuanto a que permanecen en su alma los hábitos que pertenecen exclusivamente a sus potencias superiores.11 Este elemento ratifica nuevamente lo que hemos dicho respecto a la individuación humana en su carácter de persona.


1  ”Sed adhuc quodam specialiori et perfectiori modo invenitur particulare et individuum in substantiis rationalibus, quae habent dominium sui actus, et non solum aguntur, sicut alia, sed per se agunt, actiones autem in singularibus sunt. Et ideo etiam inter ceteras substantias quoddam speciale nomen habent singularia rationalis naturae. Et hoc nomen est persona. Et ideo in praedicta definitione personae ponitur substantia individua, inquantum significat singulare in genere substantiae, additur autem rationalis naturae, inquantum significat singulare in rationalibus substantiis.  Iª q. 29 a. 1 co.
2 El hombre se determina sobre la base de su naturaleza, pero al haber en él un principio de indeterminación que anula la necesidad propia de los entes que no se determinan a sí mismos según su fin, se abre para el ejercicio de su libertad una gran rama de posibilidades: “Sólo porque el hombre ya en su propia esencia está libre de la vinculación a la naturaleza [necesidad] y librado a la apertura de su conducta, se realiza en un horizonte más vasto y hasta ilimitado, que le está patente y que sólo es posible en el conocimiento espiritual, única y exclusivamente por eso es también posible la concreta libertad de elección con la que siempre de nuevo tenemos que decidirnos por los valores y posibilidades de nuestra existencia” Coreth, Emerich, ¿Qué es el hombre? Esquemas de una antropología filosófica, p. 140.
3 “Boetius assignat in libro de duabus naturis, quae talis est, persona est rationalis naturae individua substantia.” Iª q. 29 a. 1 arg. 1
4 Respondeo dicendum quod circumstantiae pertinent ad considerationem theologi triplici ratione. Primo quidem, quia theologus considerat actus humanos secundum quod per eos homo ad beatitudinem ordinatur. Omne autem quod ordinatur ad finem, oportet esse proportionatum fini. Actus autem proportionantur fini secundum commensurationem quandam, quae fit per debitas circumstantias. Unde consideratio circumstantiarum ad theologum pertinet. Secundo, quia theologus considerat actus humanos secundum quod in eis invenitur bonum et malum, et melius et peius, et hoc diversificatur secundum circumstantias, ut infra patebit. Tertio, quia theologus considerat actus humanos secundum quod sunt meritorii vel demeritorii, quod convenit actibus humanis; ad quod requiritur quod sint voluntarii. Actus autem humanus iudicatur voluntarius vel involuntarius, secundum cognitionem vel ignorantiam circumstantiarum, ut dictum est. Et ideo consideratio circumstantiarum pertinet ad theologum” Iª-IIae q. 7 a. 2 co.
5 Por este motivo el mismo Santo Tomás se vió en la necesidad de distinguir entre hipóstasis y persona.
6 Respondeo dicendum quod persona significat id quod est perfectissimum in tota natura, scilicet subsistens in rationali natura Iª q. 29 a. 3 co.
7 Esta característica propia del mostrarse de un ser personal, da pie a una teología de la revelación.
8 La personalidad, lejos de disminuir la individualidad, la acusa. La individualidad del hombre es más estricta, más perfecta que la de los cuerpos brutos y la de los animales, en virtud de la libertad fundada en la razón” Verneaux, R., Filosofía del hombre, p. 234.
9 “Ad secundum dicendum quod, secundum philosophum, in I Metaphys., liber est qui sui causa est. Ille ergo libere aliquid agit qui ex seipso agit. Quod autem homo agit ex habitu suae naturae convenienti, ex seipso agit, quia habitus inclinat in modum naturae. Si vero habitus esset naturae repugnans, homo non ageret secundum quod est ipse, sed secundum aliquam corruptionem sibi supervenientem.” I-II q.108, a.1 ad 2.
10 ”Nam secundum substantialem bonitatem dicitur aliquid bonum secundum quid; secundum vero accidentalem dicitur aliquid bonum simpliciter. Unde hominem iniustum non dicimus bonum simpliciter, sed secundum quid, in quantum est homo; hominem vero iustum dicimus simpliciter bonum. Cuius diversitatis ista est ratio. Nam unumquodque dicitur esse ens in quantum absolute consideratur; bonum vero, ut ex dictis patet, secundum respectum ad alia. In seipso autem aliquid perficitur ut subsistat per essentialia principia; sed ut debito modo se habeat ad omnia quae sunt extra ipsum, non perficitur nisi mediantibus accidentibus superadditis essentiae: quia operationes quibus unum alteri quodam modo coniungitur, ab essentia mediantibus virtutibus essentiae superadditis progrediuntur; unde absolute bonitatem non obtinet nisi secundum quod completum est secundum substantialia et secundum accidentalia principia.” De veritate, q. 21 a. 5 co.
11 “Quantum ergo ad id quod aliquis praesentis scientiae habet in inferioribus viribus, non remanebit in anima separata, sed quantum ad id quod habet in ipso intellectu, necesse est ut remaneat. Iª q. 89 a. 5 co.

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