CAPÍTULO III
DE LA REALIZACIÓN INDIVIDUAL DE LA ESENCIA HUMANA
La
persona humana.
Cuando el
individuo substancial es un ser racional, capaz de obrar por sí
mismo y de responder por sus actos, la hipóstasis
es
llamada persona.1
La persona
es
una hipóstasis
en
cuanto a substancia individualizada y actualizada, dinámica por la
relación entre esencia y acto de ser, pero distinta del resto de las
hipóstasis por su racionalidad y subjetividad.
La
persona es una substancia individualizada que es sujeto de
pensamiento y de acciones libres, capaz de determinarse y de ser en
cierto sentido quien
quiera
ser. No puede ser lo que quiera ser, pero si quién
quiera
ser.2
El hablar de persona humana implica hablar de substancia primera, y
por lo tanto, aunque las reflexiones sobre la persona, abarquen los
rasgos universales de la esencia del hombre, se refieren siempre a su
realización concreta.
La
consideración del hombre como persona justifica metafísicamente,
según
lo hemos mencionado anteriormente, el que se le considere aliquis
y
no aliquid.
El
hecho de que ser persona es ser siempre alguien,
revela
su particular modo de individuación, él
no
es sólo un ente concreto y subsistente con una esencia común a la
especie e individual en cuanto a que posee un acto propio
incomunicable, sino que también es siempre un sujeto
libre,
consciente
de su
identidad única.
El hombre
tiene, en cuanto a la dimensión personal de su ser, una identidad
existencial específica, que, sin agotar las posibilidades de la
esencia humana de la que participa y fundándose en ella, la expresa
de formas siempre nuevas y diversas.
En este
sentido, el conocimiento del hombre como persona
según la definición de Boecio, individuae
substantia rationalis naturae,3
es
un conocimiento de la especie
hombre y
de su esencia según una nota esencial observable en ella: El
significado
individual, racional y libre
de la substancia
primera humana.
La búsqueda de la esencia del hombre implica el reconocer su
carácter personal, en el que cobra particular relevancia el
reconocimiento de lo
individualizante
en el hombre.
La
explicitación del significado único de la identidad existencial de
cada persona implica conocer la totalidad de los accidentes que
determinan su substancia y de modo particular aquellos accidentes que
no son causados por la necesidad imperada que brota de su esencia,
sino de aquellos que son causados por un principio
intrínseco
capaz de determinarse. Es decir, el reconocimiento del significado
preciso de las particularidades humanas implica contemplar sus actos
en cuanto a su ser
determinantes en
un modo único de la esencia
individualizada del
hombre.
Conocer
la esencia de “Sócrates” implicaría conocer la dimensión
personalísima de su acción.
En este nivel, cada acto, aún tratándose materialmente del mismo,
reforma o deforma a la persona según su subjetividad.4
La relación entre los actos y el sujeto personal implica, una
estructura sumamente compleja.
Esta
subjetividad no sólo se reduce a un modo de ser único que en última
instancia estaría definido por la materia señalada y demás
accidentes (especialmente el de cualidad y relación), en cuanto a
determinación de la esencia, como podría tratarse de la
individuación en cualquier otra hipóstasis.
La
subjetividad en el hombre implica a la materia como principio
de individuación,
pero no se reduce sólo a ella, de ahí que sea algo más que pura
individualidad.5
La esencia
humana
por su naturaleza espiritual requiere una individuación particular
según su naturaleza espiritual.6
Esta
individuación obliga a que el individuo substancial sea único
y distinto
del resto de los individuos de la especie, no sólo por su materia
señalada sino de modo más definitivo por su
ser racional capaz de obrar por sí mismo y de responder por sus
actos.
El hombre como sujeto de su acción es persona
en cuanto a su capacidad metafísica de actuar libre y racionalmente.
En este sentido la conciencia que el sujeto tiene de sí en cuanto a
ser racional, capaz de obrar por sí mismo y de responder por sus
actos, es
decisiva en el conocimiento de su individualidad.
La subjetividad
indica la unicidad de la persona, pero la dimensión esencial de esta
unicidad escapa incluso a la conciencia del yo. Se trata del
conocimiento de una estructura única, sujeto de una historia
personal llena de circunstancias y de elecciones libres por las que
el hombre se va construyendo a sí mismo. En este sentido la
individuación en el hombre implica sus actos, no determinándolo en
un sentido radical, sino individualizando
su esencia humana de forma particular
según
su naturaleza y sus posibilidades.
La
dimensión histórica de los actos humanos es metafísica en cuanto a
que explica el ser del hombre singular. El conocimiento significativo
de estas relaciones en el ámbito más
existencial
es de por sí problemático. Por un lado, las condiciones de
posibilidad del conocimiento
del otro hacen
de éste un problema especial de la teoría del conocimiento. Se
requiere la voluntad
del otro
en cuanto a que éste desee revelarse, mostrarse a sí mismo en sus
palabras y sus obras.
Por otro
lado este conocimiento estaría siempre dependiendo de lo que de la
esencia individualizada se haya podido acceder por las palabras
y obras7
de la persona y por lo tanto difícilmente alcanzaría a conocer
“aquello
que hace que Sócrates
sea Sócrates” en sentido estricto.
Según lo
dicho distinguimos entre persona
y
personalidad.
La
esencia de Sócrates en cuanto a hombre
único implica
su ser personal.
La
esencia de Sócrates en cuanto a Sócrates implica su personalidad.8
La
personalidad
es
la realización existencial del ser
personal en
la que cada hombre en cuanto a individuo substancial racional, capaz
de obrar por sí mismo y de responder por sus actos, se determina con
su libertad. En la personalidad humana no sólo están implicados los
elementos que por la materia
quantitate signata individualizan
al hombre como “este hombre”,
sino
que, de modo particular, son decisivos todas y cada una de sus
decisiones, en cuanto a que han actualizado su ser en relación “a
su fin” desplegando la perfección potencial propia de su
naturaleza.
La
personalidad se construye con el ejercicio de la libertad a través
de los actos humanos que repercuten en la realización existencial de
la naturaleza humana en la casi segunda
naturaleza que
es su personalidad. Por la libertad
el
hombre se constituye en causa
de sí pues
se
llama libre el que es causa de sí mismo.9
Quién obra libremente, por propia iniciativa, y en este movimiento
también obra movido por un hábito conforme a su naturaleza, y tal
hábito lo inclina de manera natural actuando sobre sus potencias en
relación a lo que le compete según su modo de ser obra según él
mismo. Pero, si el hábito fuese contrario a su naturaleza, el
hombre no obraría según lo
que es él mismo,
sino según alguna corrupción que se le hubiera sobrevenido.
Esta
segunda naturaleza implica el bien
del hombre en sentido absoluto o simpliciter.
Es el bien
del hombre en cuanto a algo sobreañadido a la esencia. El bien del
hombre como realidad metafísica que lo determina en cuanto a las
posibilidades de su actuar es su bonum
simpliciter.
A lo
perfectible que busca lo perfecto, y a lo perfecto que alcanza el
ente al obrar para perfeccionarse a sí mismo y determinarse según
una bondad total y completa a la que es capaz de llegar por medio de
su ser potencial y de los accidentes que se adhieren en la substancia
determinándola, nos referimos con bonum
simpliciter.10
El
bonum
simpliciter o
el bien del hombre en sentido absoluto es el desarrollo de su propia
personalidad
en cuanto a la determinación que hace de sí mismo por sus actos
libres en relación al fin que lo perfecciona totalmente. El bonum
simpliciter,
se refiere no a la substancia en sí misma, sino a la substancia en
cuanto a que está perfeccionada en sentido pleno por los accidentes
propios de la especie a la que pertenece.
El
hombre alcanzara su bondad
absoluta
en la medida en que alcance su fin y se actualicen las potencias
accidentales que tiene en sus respectivas perfecciones a las que
aspiran. Como el desarrollo individual del ser
personal
es el resultado de la acción libre y se alcanza en mayor o menor
grado, se predica análogamente y a ello nos referimos con el término
de personalidad.
La
personalidad no se reduce a personalidad
moral,
ya que implica todos los demás elementos accidentales
individualizantes que han sido mencionados, los históricos, los
cualitativos, los relacionales, etc.
Pero la
mayor parte de estos, que implican circunstancias espacio-temporales,
culturales, tradicionales y hasta genéticos, no proceden de su libre
arbitrio y por tanto aunque son parte de la condición
en
la que se despliega la libertad humana, no son tan significativos
como las que dependen de sus propias decisiones. El estudio de la
naturaleza del hombre implica conocer en su dimensión libre la
repercusión que tienen sus actos en su esencia, especialmente los
hábitos
que perfeccionan tanto el entendimiento como la voluntad y que son
propios de su espiritualidad.
La
muerte, corrupción de la unidad substancial cuerpo y alma, anularía
la individualidad humana si esta estuviese determinada únicamente a
su materia
quantitate signata.
Sin embargo su singularidad permanece, no sólo en cuanto el alma
sigue siendo forma de un cierto
cuerpo, sino
también en cuanto a que permanecen en su alma los hábitos que
pertenecen exclusivamente a sus potencias superiores.11
Este elemento ratifica nuevamente lo que hemos dicho respecto a la
individuación humana en su carácter de persona.
1 ”Sed
adhuc quodam specialiori et perfectiori modo invenitur particulare
et individuum in substantiis rationalibus, quae habent
dominium sui actus,
et non solum aguntur, sicut alia, sed
per se agunt,
actiones autem in singularibus sunt. Et ideo etiam inter ceteras
substantias quoddam speciale
nomen habent singularia rationalis naturae.
Et
hoc nomen est persona.
Et ideo in praedicta definitione personae ponitur substantia
individua, inquantum significat singulare in genere substantiae,
additur autem rationalis naturae, inquantum significat singulare in
rationalibus substantiis.”
Iª q. 29 a. 1 co.
2 El
hombre se determina sobre la base de su naturaleza, pero al haber en
él un principio de indeterminación
que
anula la necesidad propia de los entes que no se determinan a sí
mismos según su fin, se abre para el ejercicio de su libertad una
gran rama de posibilidades: “Sólo porque el hombre ya en su
propia esencia está libre de la vinculación a la naturaleza
[necesidad] y librado a la apertura de su conducta, se realiza en un
horizonte más vasto y hasta ilimitado, que le está patente y que
sólo es posible en el conocimiento espiritual, única y
exclusivamente por eso es también posible la concreta libertad de
elección con la que siempre de nuevo tenemos que decidirnos por los
valores y posibilidades de nuestra existencia” Coreth, Emerich,
¿Qué
es el hombre? Esquemas de una antropología filosófica, p.
140.
3
“Boetius assignat in libro de duabus naturis, quae talis
est, persona est rationalis naturae individua substantia.” Iª
q. 29 a. 1 arg. 1
4 “Respondeo
dicendum quod circumstantiae
pertinent ad considerationem theologi triplici ratione.
Primo quidem, quia theologus considerat actus humanos secundum quod
per eos homo ad beatitudinem ordinatur. Omne autem quod ordinatur ad
finem, oportet esse proportionatum fini. Actus autem proportionantur
fini secundum commensurationem quandam, quae fit per debitas
circumstantias. Unde consideratio circumstantiarum ad theologum
pertinet. Secundo, quia theologus considerat actus humanos secundum
quod in eis invenitur bonum et malum, et melius et peius, et hoc
diversificatur secundum circumstantias, ut infra patebit. Tertio,
quia theologus considerat actus humanos secundum quod sunt meritorii
vel demeritorii, quod convenit actibus humanis; ad quod requiritur
quod sint voluntarii. Actus autem humanus iudicatur voluntarius vel
involuntarius, secundum cognitionem vel ignorantiam
circumstantiarum, ut dictum est. Et ideo consideratio
circumstantiarum pertinet ad theologum”
Iª-IIae q. 7 a. 2 co.
5 Por
este motivo el mismo Santo Tomás se vió en la necesidad de
distinguir entre hipóstasis
y persona.
6
“Respondeo
dicendum quod persona
significat id quod est perfectissimum in tota natura, scilicet
subsistens in rationali natura”
Iª q. 29 a. 3 co.
7
Esta característica propia del mostrarse de un ser personal, da pie
a una teología
de la revelación.
8 La
personalidad, lejos de disminuir la individualidad, la acusa. La
individualidad del hombre es más estricta, más perfecta que la de
los cuerpos brutos y la de los animales, en virtud de la libertad
fundada en la razón” Verneaux, R., Filosofía
del hombre,
p. 234.
9 “Ad
secundum dicendum quod, secundum philosophum, in I Metaphys., liber
est qui sui causa est.
Ille ergo libere aliquid agit qui ex seipso agit. Quod autem homo
agit ex habitu suae naturae convenienti, ex seipso agit, quia
habitus inclinat in modum naturae. Si vero habitus esset naturae
repugnans, homo non ageret secundum quod est ipse, sed secundum
aliquam corruptionem sibi supervenientem.” I-II q.108, a.1 ad 2.
10 ”Nam
secundum substantialem bonitatem dicitur aliquid bonum secundum
quid; secundum vero accidentalem dicitur aliquid bonum simpliciter.
Unde hominem iniustum non dicimus bonum simpliciter, sed secundum
quid, in quantum est homo; hominem vero iustum dicimus simpliciter
bonum. Cuius diversitatis ista est ratio. Nam unumquodque dicitur
esse ens in quantum absolute consideratur; bonum vero, ut ex dictis
patet, secundum respectum ad alia. In seipso autem aliquid
perficitur ut subsistat per essentialia principia; sed ut debito
modo se habeat ad omnia quae sunt extra ipsum, non perficitur nisi
mediantibus accidentibus superadditis essentiae: quia operationes
quibus unum alteri quodam modo coniungitur, ab essentia mediantibus
virtutibus essentiae superadditis progrediuntur; unde absolute
bonitatem non obtinet nisi secundum quod completum est secundum
substantialia et secundum accidentalia principia.” De
veritate, q. 21 a. 5 co.
11 “Quantum
ergo ad id quod aliquis praesentis scientiae habet in inferioribus
viribus, non remanebit in anima separata, sed quantum ad id quod
habet in ipso intellectu, necesse est ut remaneat. Iª q. 89 a. 5
co.
No hay comentarios:
Publicar un comentario