CAPÍTULO II DE LA
ESENCIA DEL HOMBRE
¿Qué
es el hombre?
La
esencia
del hombre
puede ser conocida, según lo que hemos dicho de diversos modos.
Sobre estos modos hay que hacer algunas distinciones y precisiones
considerando el sentido que cada uno de ellos nos aportan. Además se
debe de tomar en cuenta el proceso gnoseológico a través del cual
podemos conocer la esencia
del hombre en
sus distintos sentidos y lo que este proceso nos dice respecto al
hombre mismo.
En
primer lugar, debemos decir que la esencia
del hombre
es conocida directamente, no in
universalis,
sino in
singularis,
en
cuanto a se realiza en el individuo. En este sentido, decimos que la
esencia del hombre, primeramente, no es conocida en
sí misma
sino
que es conocida en
alguien.
El acceso a lo
que el hombre es se
da a través del conocimiento de la esencia
del hombre en
el primer sentido del término al que nos hemos referido en el
capítulo anterior.
Esta
aproximación hacia la esencia
del hombre,
no sólo es la primera en el sentido cronológico- gnoseológico sino
también en el sentido metafísico, pues atiende directamente al
hombre en cuanto a substancia
real,
y no en cuanto a ente
de razón.
Esta perspectiva se refiere hacia el hombre como ens
simpliciter1
y
como substancia
primera. Considera
al hombre como ousia,
ente en sentido absoluto o simple, es decir, como uno
que es en sí mismo y no en otro,
que subsiste como suppositum.2
Conocemos
la humanidad
al
conocer a los
hombres.
Secundariamente,
en sentido metafísico, conocemos la esencia
del hombre
en
sí misma,
abstrayendo las notas particulares de los singulares que se nos
presentan a la sensibilidad para concebirla a modo universal.
Esta aproximación hacia la esencia
del hombre en
su sentido universal, in
universalis,
atiende
al concepto
de hombre, es decir, al hombre en cuanto a ente
de razón.
Esta perspectiva se refiere al
hombre
no como un ens
simpliciter, sino
como ens
secundum quid,3
según
un algo, según la idea
que se ha abstraído de hombre y que permanece en el entendimiento
del que conoce.
El
conocimiento de la esencia
del hombre,
en este segundo sentido, como concepto
universal,
es un conocimiento verdadero sobre el hombre, adecuado a todos y cada
uno de los hombres según el segundo uso del término esencia
que hemos mencionado. Este conocimiento tiene su fundamento
gnoseológico en la experiencia, en el encuentro de la inteligencia
humana con los distintos hombres
de carne y hueso que actúan y que deciden incluyéndose
a sí mismo y en el reconocimiento de la presencia en ellos de un
modo
de ser común del
que participan.
Luego,
podemos decir que aunque el conocimiento de la essentia
homini in singularis
es
primordial en el sentido metafísico, el conocimiento de la essentia
homini in universalis (que
se funda en el primer modo) al resultar de la abstracción que la
inteligencia realiza supra
hominem
simpliciter,
se
constituye gnoseológicamente con primacía frente al primero pues
resulta del modo ordinario en el que el individuo humano conoce en
razón de su inteligencia, es decir, universalizando y racionando.
Este
conocimiento de la essentia
homini in universalis,
es
predicable a todos
y cada uno de los hombres
que aunque metafísicamente están constituidos en el primer
sentido,4
en el de las substancias
primeras, participan
de
un modo de ser común
que posibilita esta predicación. Así, decimos que la perspectiva
universal
atiende al hombre como substancia primera indirectamente
aunque de un modo real y verdadero.
2.1 El conocimiento de la esencia del hombre.
El
conocimiento de la esencia
del hombre
en
sí misma,
in
universalis,
integra todas las notas esenciales que los distintos modos de
presentar
la esencia aportan: Naturaleza,
Substancia, Quididad. A
esto se suman las notas esenciales que para el conocimiento de la
esencia
del hombre
se derivan de la
individuación del hombre,
individuación que se presenta como esencialmente distinta, aunque en
parte sea semejante, a la de que de hecho se da en las demás
substancias
corpóreas.
Por otro
lado, la esencia
en
el tercer
sentido mencionado, el
de ratio
entis,
es el principio metafísico que hace posible la existencia del ente
según
lo que es.
La definición clásica que hemos asumido y mencionado anteriormente
es la siguiente: Sed
essentiam dicitur secundum quod per eam et in ea ens habet esse.5
Esencia, en
este sentido, es aquello por lo que y en lo que el ente tiene el ser.
Dicho así es potencia
respecto al actus
essendi. La
esencia, como lo
otro del ser,
es un principio que necesita actualizarse con un acto
propio y
específico,
individual y dinámico, que
ha de determinar su ser
así. La
esencia se presenta, así, como principio de diversificación y de
limitación del ser. Dicho esto, concebir la esencia
del hombre,
implica el conocer todos y cada uno de los aspectos que son
en el hombre.
Por
esta razón, la consideración de la essentia
homini in universalis,
implica conocer e integrar la
totalidad
de las perfecciones secundum
quid del
hombre, según los distintos modos de aproximación y sus
posibilidades propias para el conocimiento de un ente.
El
conocimiento de una essentia
in universalis es
un conocimiento limitado
al modo
de ser del que lo contiene. En
el hombre, tratándose de un entendimiento limitado, su conocimiento
de cualquier esencia
es
imperfecto y parcial, es un conocimiento simplemente humano y sin
embargo real y verdadero.
Es
necesario resaltar, según la perspectiva de la essentia
in rationis entis,
el carácter potencial de la esencia respecto al actus
essendi y
por tanto la dimensión dinámica
e individual
del
hombre real
y concreto como algo constitutivo de lo humano. Esto ratifica la
reflexión previa en la que mencionábamos que la consideración de
lo que
es el hombre lejos
de valorar como primordial el conocimiento de la humanidad,
éste se considera en función del conocimiento de los
hombres que obran, se mueven y existen
con un acto
propio e incomunicable
según la potencialidad que significa la esencia
humana
de la que participan.6
2.1.1 Los tres usos del término esencia en la predicación sobre el hombre
Habiendo
señalado tanto la primacía metafísica de la essentia
in singularis
como
la primacía gnoseológica de la
essentia in universalis
agruparemos
los términos convertibles con el término esencia
en
dos.
En
el primer grupo estarán los que se refieren a la essentia
in singularis
y en el segundo grupo estarán los que se refieren a la essentia
in universalis. En
el primer grupo comprendemos la ousia
in
singularis, o
simplemente ousia,
la
natura
in singularis y
la quiditatis
in singularis. En
el segundo grupo incluimos la ousia
in universalis (substancia
segunda),
la natura in universalis y la quiditatis in universalis.
El
primer grupo, el de la ousia
hominis in singularis,
considera
intencionadamente a la esencia del hombre realizada en alguien,7
se refiere directamente
al hombre
concreto
de
carne y hueso,
con nombre
y apellido, que
actúa y decide en el mundo, con todas las notas singulares que
acompañan la realización individual de su esencia.
El
segundo grupo que considera la essentia
universalis,
la natura
universalis,
la quiditatis
y
la substancia
segunda
no se dirige directamente al
hombre de carne y hueso con nombre y apellido que actúa y decide,
sino
que lo hace indirectamente al considerar todos los hombres. En este
grupo Sócrates
se
considera, universalmente
(luego
entonces ya no es Sócrates), abstrayéndolo de sus notas
particulares para poder entender, aunque de un modo reducido a todos
los hombres. Lo más que puede llegar a conservarse de lo que
significa su individuación en la universalización es la predicación
que afirma que “ser
hombre”
implica necesariamente “ser alguien”
y por tanto el proceso cognoscitivo mismo da pie a la metafísica de
la persona.
El
conocimiento de la esencia
del hombre
según los distintos
modos de
los que hemos hablado, requiere un orden distinto de los actos
de la mente.
Se distinguen en el modo en el que se articulan y en su proceder,
aunque esencialmente sean los mismos, pues no son sino aquellos actos
que le son posibles al hombre según su naturaleza.8
En
principio, tenemos que decir, que el singular
se
conoce de una distinta manera que el universal. Esta distinción la
referimos, especialmente, a los actos cognoscitivos que posibilitan
el conocimiento de la esencia
del hombre según
el primer grupo el de la essentia
in
singularis, y
a los que posibilitan el conocimiento de la esencia
del hombre según
el segundo grupo el de la essentia
in universalis. Además,
cada uno de los convertibles con esencia,
(naturaleza, quididad, ousia,) presenta
sus notas gnoseológicas particulares.
2.1.2 El conocimiento de la esencia del hombre como quiditatis in universalis.
El
conocimiento de la esencia
del hombre
como quididad,
requiere pasar de la percepción del hombre concreto a la
abstracción, de la abstracción a los distintos juicios que den
cuenta del objeto y que sometidos a un cuidadoso discernimiento
veritativo
lleven al razonamiento discursivo que discrimina lo
que es propio del ser del hombre
y que es posible expresar a través del juicio de definición
implicando la dinámica propia de los predicables
lógicos.9
La
esencia, como quididad,
se define, según lo hemos mencionado de la siguiente manera:
illud
per quod res constituitur in propio genere vel specie, hoc quod
significatur per definitionem indicantem quid est res, inde est quod
nomen essentiae a philosophis in nomen quidditatis
mutatur10
Se
trata de la esencia en cuanto significada por la definición. Es el
conocimiento esencial que podemos expresar a modo de juicio de
definición.
Lo
propio de la quiditatis
como
forma de expresar la esencia,
deviene
de las posibilidades reales de predicación sobre los entes, de los
predicables.
Los predicables son las formas posibles de enunciación de lo real
según el modo de ser del conocimiento judicativo como acto del
entendimiento que compone
y divide.
En este
sentido, añadiríamos a lo que hemos dicho, que los predicables,
no
sólo indican unas cuantas categorías sobre las cuales se pueden
comprender analíticamente mejor los juicios y las relaciones de los
entes como solución al problema de los universales. Se trata más
bien de un reconocimiento del modo específico en el que accedemos a
la realidad a través de los juicios.11
De la
observación de la realidad que es según los supremos
géneros,12
o
predicamentos,13
se
puede predicar sobre cada ente componiendo y dividiendo, partiendo
del hecho de que el ente concreto e individual tiene rasgos comunes
con otros entes, reconocibles y predicables.
Así,
al observar al
hombre nos
damos cuenta que es posible predicar sobre él, componiendo y
dividiendo, una serie de características que realmente le competen.
Según este modo conocemos
y predicamos
del hombre, a través del conocimiento que tenemos de otros entes,
pues el entendimiento conoce
por lo semejante.14
Con la
predicación “El hombre es un viviente” componemos el concepto de
hombre
con el concepto de viviente,
y, al mismo tiempo, dividimos señalando que el
hombre no es aquello que no sea viviente.
Este juicio es evidentemente verdadero. Sin embargo esta proposición
no es suficiente para alcanzar la quiditatis
del
hombre.
15
Es más definitivo para la comprensión de lo
que es el hombre
el conocimiento de lo determinante
de su humanidad,
que
el conocimiento de lo determinable.
Si esta
proposición fuera suficiente no habría diferencia entre hombre y
viviente, todo hombre sería viviente y todo viviente sería hombre.
Esto es falso. Por lo tanto, el conocimiento de la esencia de lo
determinante es necesario para el conocimiento de la especie.
Por esta razón, las proposiciones que componen y dividen se
aproximan al objeto predicando de él lo común en el género,
lo
específico en la diferencia,
y de lo significado por ambas en la especie.
De
este modo nos aproximamos, lógicamente, a la esentia
in univeralis homini secundum propositionem definitionis.
Sobre el
hombre se predica, entonces, la siguiente definición: Hombre
es animal racional.
El enfoque gnoseológico sobre la
quiditatis del
hombre tematiza lo que significa tanto el género animal,
la diferencia racional
y
las relaciones metafísicas entre ambos.
Entendiendo con claridad los términos implicados en la definición
y su significado real, se alcanza un nivel de comprensión de lo
definido en tanto que lo definido es convertible con su definición,
y es inteligible, precisamente por su esencia
y
definición.
2.1.3 El conocimiento de la esencia del hombre como quiditatis in singularis.
El
conocimiento de la esencia
del hombre como
quiditatis
in singularis,
si
fuera posible, implicaría el poder indicar por una
cierta definición
lo que es tal
hombre. Pero
esto parce no ser posible. Primero, porque hemos visto que no se
establece la misma relación entre género,
especie y diferencia que
entre especie
e
individuo,
16
aunque
en cierto sentido se pueda decir que la especie se individualiza
en
el singular adquiriendo una serie de particularidades que son
diferencias
respecto
al resto de los individuos de la especie. Segundo porque tales
particularidades corresponden a la totalidad de las perfecciones
accidentales del singular,
empezando
por las cuantitativas, cualitativas, relacionales sus actos y sus
pasiones.
17
Y esto es imposible de poner en una definición
lógica.
Existe
otro tipo de predicación que no es el de definición en sentido
estricto y que en cierto sentido señala la individualidad
de
un
hombre
con todos sus rasgos. Según Aristóteles, las palabras son signos de
los conceptos, y los conceptos son representaciones de las cosas.18
De este modo las palabras
se
pronuncian
para
dar significado a cada uno de los entes
que son a
través de la concepción del entendimiento que se tiene de ellos.
Luego,
lo que puede ser conocido por nosotros, puede recibir nombre
por nuestra parte. Si podemos conocer al singular
humano como
singular,
y
como tal
singular único e irrepetible igual a sí mismo y distinto del resto
de los singulares, podemos
nombrarlo.
En tal nombre
se
incluirán los rasgos asequibles a nuestro entendimiento según
nuestras propias capacidades. El nombre
será
un signo
para
designar a tal
hombre, y
a su vez, para designar la concepción que tenemos de tal
hombre.
En
ese sentido se puede decir que el nombre
propio es
una definición
abreviada o incompleta, o,
más aún, es el signo de lo que en nuestro entendimiento concebimos
por tal
hombre y
através de éste es el signo de tal
hombre. Así,
cuando decimos “Sócrates” sabemos a quién nos referimos con tal
nombre.
Aunque en la expresión de “tal
nombre” no
están incluidos todos los rasgos de su individualidad,
si
que los señalan. De este modo se presentan junto con el nombre
todos
aquellos rasgos singulares que tenga en el entendimiento todo aquel
que escuche el nombre
propio (y
que indudablemente serán diversos).
Distinguimos,
entonces, entre lo que significa gnoseológicamente decir “hombre
es animal racional”, y,
lo que significa decir “este
hombre es Sócrates”. Sabemos
que Sócrates
es animal racional pero
al mismo tiempo, reconocemos que ésta no es su definición pues de
serlo le competería a todos
y cada uno de los hombres ser
Sócrates.19
Sin
embargo, al vernos imposibilitados a hacer una definición de
Sócrates,
no
nos vemos imposibilitados a nombrarlo
y a concebirlo
como él mismo, ya sea a través de su
nombre
o de otros juicios que hablen de los accidentes que sólo le competen
a él como cuando decimos “El Padre de la filosofía que murió por
una injusticia se conoce por los escritos de Platón”
2.1.4 El conocimiento de la esencia del hombre como natura in universalis.
El
conocimiento de la esencia
del hombre
como naturaleza
requiere la consideración gnoseológica de cada uno de los actos
que le son posibles al hombre según su modo
de ser. Estos
actos
requieren
ser, primero, reconocidos como tales. Es decir, necesitan ser
apreciados en su cualidad de ser posibles en el hombre por
el hecho de ser hombre.
En este nivel se incluyen, aunque diferenciadamente, aquellos actos
que le son posibles por el hecho de ser cuerpo,
por
el hecho de ser viviente,
y por el hecho de ser animal.
Cada
uno de los actos que están implicados en la esencia
del hombre pero
que no se derivan directamente de su racionalidad
se
asumen en la comprensión de la naturaleza
del
hombre subordinados a los actos que le son propios según su
racionalidad
como
diferencia.
La
observación de cada
uno
de los actos
concretos que
los distintos hombres pueden realizar, ya sea en la experiencia del
propio
ser
o en la observación del otro,
incluye su percepción, abstracción, tematización y especificación
judicativa. Esta especificación
judicativa que
compone o divide las distintas cualidades
de
los actos
que observa según
se presentan a su experiencia posibilita el razonamiento
demostrativo
que a través de un delicado análisis puede concluir en una serie de
proposiciones
esenciales
sobre el ser
del hombre
según está ordenado a la operación.
Partamos
de la definición de Santo
Tomás que hemos presentado anteriormente: naturam
significare essentiam rei secundum quod habet ordinem ad propriam
operationem rei.20
Hemos
dicho que la
naturaleza
en el sentido que nos interesa es la esencia
en cuanto al principio operativo.
Éste es su significado propio. Para conocer la esencia del hombre se
requiere, entonces, conocer su capacidad
de
obrar.
Debido a que él obra según su ser, su acción brota y está
condicionada por sus potencias,
especialmente por su inteligencia
en
cuanto a determinante
de
su humanidad.
El principio de acción en el hombre es su esencia.
Su
acción y operación, al brotar de su esencia,
no pueden ser consideradas como entes
aislados, autónomos
o independientes
sino
que implican el reconocimiento de su existencia
y estabilidad
como posibilitación metafísica de su realización y por tanto como
principio
operativo, es
decir, como naturaleza.
En este
sentido los actos
humanos,
aquellos que proceden de un principio
intrínseco como
determinación
racional
de su propio
movimiento
en atención a un ente
en razón de fin,
son auto-determinación.21
No
una auto-determinación
absoluta
en el sentido de ser una afirmación
creadora de posibilidades infinitas, sino
una afirmación
de la propia esencia
en relación al bien
y
por tanto de su humanidad como posibilidad del Bien.
Por este
motivo, la consideración de la esencia del hombre como natura
in universalis,
al
tener también como su objeto los actos
humanos, no
se constituye únicamente como un conocimiento
especulativo,
sino que resulta ser también un saber
práctico.
Este saber
teórico-práctico
al buscar conocer a los actos
humanos,
ya sea que se consideren según
su relación al bien propio,
ya sea que se consideren según
su relación al bien común
de la civitas,
cae
bajo razón de la filosofía
moral.
De
este modo, podemos decir que la filosofía
moral se
sitúa dentro del estudio de la metafísica
del hombre
al considerar los actos
humanos
en
relación a su naturaleza.
No
estamos afirmando que la ética se reduzca a la antropología
filosófica, lo
que decimos es que se
funda en ella, más
aún, se funda necesariamente en una metafísica
del hombre.22
El conocimiento de la esencia
del hombre,
requiere conocer, el
significado de sus actos
en relación a su existencia individual y comunitaria.
Entender
al hombre, en cuanto a sujeto
libre
exige entender el significado existencial de sus decisiones
incluyendo las consecuencias e implicaciones metafísicas de éstas
en relación a su propio
ser
y a su identidad.
Los actos
humanos son
accidentes
en
el hombre, y como tales se rigen por los mismos principios
metafísicos que relacionan, de tres
modos, a
la substancia
y
al accidente.
La
primera relación entre substancia y accidente23
nos indica que los
actos humanos subsisten
en el sujeto, en la substancia
humana.
A causa de esto no pueden comprenderse fuera de este contexto, sus
actos
no
son sino
en sí mismo, y
como tales son suyos,
no
sólo obra
suya, o
mejor dicho son parte
de sí.
El
segundo modo de relación entre substancia y accidente nos indica que
los actos
humanos son
causados
por la substancia, y dado que el
efecto necesariamente debe de ser proporcionado a la causa, los
actos humanos brotan
de su esencia y
no son sino los que
su esencia le permite causar.
La
ética no puede olvidarse de estos preámbulos metafísicos. Cuando
estudia los
actos humanos según su bondad y su maldad,24
no
puede
olvidar
que tales actos
son
en el hombre y como tal su bondad y su maldad están siempre en
relación a su modo
de ser, a
lo que le compete según su esencia,
a la ley de su naturaleza.
El bien
del hombre se
entiende, entonces, desde la perspectiva de su propia naturaleza.
El
bien
o
los actos
buenos serán
aquellos que lo perfeccionen en su existencia individual y política
según las posibilidades de su esencia,
y los actos
malos serán
aquellos que lo priven
de
la perfección
que
le compete según su naturaleza.
Estas
consideraciones se refieren, siempre, al hombre
de carne y hueso que actúa y que decide, pero
lo hacen a modo de proposiciones
universales,
es decir, implicando a todos
y cada uno de los hombres. De
ahí que cuando decimos “mentir
es un mal para el hombre” nos
movemos en el terreno de la natura
in universalis,
en
cuanto a que a de su esencia
como principio operativo que
lo ordena
naturalmente
a la verdad
se sigue la inclinación práctica a rechazar el error y la mentira y
la formulación de una ética
de la verdad.
Sin
embargo, cuando decimos, “Judas
traicionó a su maestro” lo
hacemos considerando cada una de las proposiciones universales
propias de la ética, como la siguiente “Traicionar
a un amigo es un mal para el hombre”, y,
al mismo tiempo, no olvidamos que tales consideraciones éticas
se
concretizan
en el singular y en sus actos singulares que
son de suyo contextualizadas e implican en su análisis el
conocimiento
del caso en todas sus perspectivas.25
La
tercera relación entre substancia y accidente nos indica que los
actos humanos perfeccionan al hombre. Cada
uno de sus actos
lo
perfeccionan según su naturaleza y según las posibilidades de su
naturaleza, conduciéndolo a través de los distintos bona
secundum
quid
hacia
su perfección personal, a su bien en sentido absoluto, a su bonum
simpliciter.
La
perfección que los accidentes realizan en la substancia, se efectúa
siempre en el suppositum
y,
por lo tanto, implica la consideración de su singularidad. En este
nivel, sólo se teoriza universalmente
cómo
los actos
humanos perfeccionan al hombre, primero,
por actualizar sus potencias y conducirlas hacia su fin, y, segundo,
por desarrollar en ellos disposiciones
operativas que
perfeccionando
su singularidad los
vinculan
de modo estable al bien propio. Esta
consideración da pie, al estudio de las virtudes
y de los vicios, en
sentido universal. Así, cuando decimos “la
templanza es una virtud especial que pone freno al deseo en el hombre
de lo que lo atrae con más fuerza”26
hacemos
un juicio que cae bajo razón de la ética,
que se fundamenta en la metafísica del hombre, y que se refiere en
cierto sentido a todos
y cada uno de los hombres, y,
por lo tanto, se constituye como una consideración de la natura
humana in universalis.
2.1.5 El conocimiento de la esencia del hombre como natura in singularis.
En la
antropología
tomista,
se pueden encontrar algunas referencias a una primera
naturaleza
y a una segunda
naturaleza.27
Con la primera
naturaleza
se considera la esencia
humana en
la integración de las posibilidades reales de su operación. Esta es
la natura
in universalis
de
la que hemos hablado.
La
segunda
naturaleza
implica, obviamente, aquellas posibilidades de operación que brotan
de su humanidad
y
que son comunes a la especie,
pero
se les considera individualizadas, como las posibilidades reales de
operación que brotan de la singularidad
según
los hábitos
operativos
que lo disponen a la realización de ciertos
actos.
Esta segunda
naturaleza está
presente en cada uno de los individuos, como una cierta inclinación
a realizarse o perfeccionarse según ciertos actos. Cuando tales
actos lo conducen al bien
de sí mismo y a su propia perfección, tales
actos generan los hábitos
operativos llamados virtudes,28
y
cuando lo privan de su propio
bien se
le llaman vicios.
Al final
del apartado anterior nos hemos referido a estas disposiciones
operativas que
se dan siempre en el individuo aunque lo hemos hecho de modo
universal.
En
este punto, decimos que la natura
in singularis
es
la perfección realizada que los actos
humanos han
generado en el individuo
humano
desarrollando una cierta estabilidad
metafísica que
le permite alcanzar más pronto su fin y su propia perfección, ya
sea la
verdad
que perfecciona el entendimiento o el
bien
que perfecciona sus apetitos.29
Cuando nos referimos a un singular
humano como
hombre
virtuoso y
hacemos referencia explícita a él, entonces, nos referimos a su
natura
in singularis,
a
su segunda
naturaleza en
cuanto a la perfección
que según su modo de ser singular ha
alcanzado por el ejercicio de sus facultades. Así, cuando decimos
“José
era un varón justo” nos
referimos a que la humanidad
realizada
en él se disponía fácilmente hacia los actos
de justicia y
éstos caracterizaban su vida.
Cuando
nos referimos al singular
humano tenemos
que tener en cuenta, siempre, que la costumbre,
la mos,
que
se constituye a través de la repetición de los actos
desarrolla
en él la segunda
naturaleza de
la que hemos hablado,
y
ésta, sin ser definitiva, pues siempre puede cambiar por el
ejercicio constante de la libertad que ordena a la primera
naturaleza hacia
otro tipo de comportamientos, está intrínsecamente vinculada tanto
a cada uno de sus
actos sucesivos
como a su personalidad.30
2.1.6 El conocimiento de la esencia del hombre como substancia segunda
El
conocimiento de la esencia del hombre como substancia
segunda requiere
considerar al hombre desde una perspectiva
total
e integral.
Es decir, según todos
los aspectos formales y materiales
que han de ser observados, abstraídos, señalados y separados a
través de juicios que componiendo y dividiendo
permitan,
mediante los razonamientos demostrativos que sean pertinentes,
concluir, integrando
cada una de las partes, en
una comprensión general
del
ser del hombre.
En las
substancias
compuestas
se manifiesta que no sólo los aspectos formales son definitivos en
la constitución del ente según
sí mismo,
sino también los materiales. Por este motivo la esencia en los entes
compuestos significa justamente aquel compuesto
de materia y forma. Significat
id quod ex materia et forma compositum est.31
Con
esta intención se suele utilizar el término ousia,
señalando con él la condición de unidad y de subsistencia del
compuesto.
Según
está consideración de la esencia es necesario
predicar de la esencia del hombre los aspectos materiales. Cuando se
implica la materia en la esencia del hombre, no se toma la materia
quantitate signata, que
es principio de individuación, sino la materia no determinada.32
En
la consideración de la esencia
del hombre no
se toman “estos huesos” y “esta carne” que son propios de un
individuo
de la especie, sino se toma “carne y huesos” que es propio de la
especie.
Por otro
lado, Tomás concibe a la ousia
no
como una unidad substancial estática y acabada, sino, por el
contrario, como un compuesto
dinámico
participando continuamente del actus
essendi
y
moviéndose constantemente según las posibilidades de su ser hacia
la propia
perfección
y el propio
bien.
En este
sentido, el movimiento
en
la ousia
es
constitutivo de su propia naturaleza y por tanto también la
referencia al tiempo.
Todo
ente
que
posee
el ser sin
ser el ser,
se mueve en
atención a sus potencias
hacia
su bien
en
razón de fin,
hacia su propia perfección. Tal
movimiento pone en relación al ente
en
el ser
que fue, y
que continúa
siendo,33
con
el ser
que es
y con el que será, según los movimientos posteriores.
La
percepción que tenemos de tal movimiento según
el antes y el después34
nos
permite considerar al ente
como
substancia
en
su calidad de temporal,
no
sólo porque haya tenido un inicio y posiblemente tendrá un fin,
sino porque en su dinámica existencial está de suyo el movimiento.
En el hombre
tal
consideración esencial
es
imprescindible. No sólo porque nos obliga a decir que “el hombre
es un ser temporal
e
histórico”
sino
porque su esencia que se realiza en un singular se desarrolla
necesariamente en el tiempo y
tal desarrollo
es esencial
a su humanidad.
2.1.7 El conocimiento de la esencia del hombre como ousia in singularis: Hipóstasis.
Santo
Tomás señala que la
esencia del hombre
y la esencia
de Sócrates
no difieren sino en que la primera es no
determinada
y la segunda determinada.
Esta diferencia es real y significativa.
Aunque la
pregunta filosófica sobre la esencia
del hombre,
¿Qué es el hombre? No requiere necesariamente la respuesta a la
pregunta por la esencia de “Sócrates”,
es
necesario detenerse reflexivamente sobre los elementos únicos que
están implicados en la cuestión. Es claro que ante cualquier otra
substancia difícilmente podemos plantearnos este problema
gnoseológico: la singularidad
es
más relevante que la universalidad, y al mismo tiempo más
inaccesible.
35
Si
queremos conocer la esencia de Sócrates,
y
preguntamos ¿Qué es Sócrates? Fácilmente podemos decir: Sócrates
es un hombre. La respuesta es verdadera pero incompleta. Sócrates no
es sólo un hombre, sino que es
ante todo
Sócrates. Análogamente a lo que sucede con los predicables, en los
que difícilmente podemos conocer con rigor la esencia de la especie
sino por lo determinante
y lo determinable
(la diferencia y el género) conocer la esencia de alguien
implica
conocer la esencia indeterminada (lo humano) y su diferencia o
determinación.36
Desde el punto de vista gnoseológico el conocimiento de la esencia
determinada de
un hombre, es decir, el conocimiento de la esencia de alguien
implica varias dificultades.
Conocer
la esencia de alguien
requiere
conocer la esencia del hombre como universal y lo determinante de ese
alguien
respecto
a la esencia universal. Para ello es necesario recorrer un doble
camino, el del conocimiento del universal por el singular y el del
conocimiento del singular desde el universal. La esencia
universal del hombre
es conocida sólo a través del encuentro gnoseológico con algunos
hombres, siempre
particulares, y por tanto esencias
determinadas. Es
decir, la esencia del hombre es cognoscible a través de la
consideración abstractiva de los particulares. Sobre este proceso
hemos hablado ampliamente en el capítulo anterior. En la experiencia
se da primero el encuentro con el singular y después la abstracción
del universal. A la esencia no determinada a la que hemos llamado
substancia
segunda
se refiere, precisamente, con
la consideración universal o abstracta de la esencia de una
substancia
primera.
Lo
verdaderamente
real
es la substancia primera, mientras que la substancia segunda es en el
intelecto y en la substancia primera en cuanto a que participa de la
especie que es universal. Conocer
la esencia de alguien,
requiere,
conocer al individuo
como ousia
determinada.
Es necesario conocer lo determinante
y
definitivo
de
su individualidad.
Es
el conocimiento de la substancia en sí misma, tal
cual es
en su realización concreta, con sus notas particulares y en toda su
singularidad, es decir, individualizada. Esta substancia
individualizada toma el nombre de hipóstasis.37
La
hipóstasis significa la substancia individualizada y sus accidentes
como una unidad existencial en la que los accidentes participan del
acto de ser de la substancia, la perfeccionan e individualizan.
Conocer la hipóstasis no sólo implica el conocer la esencia de la
que participa el singular como hipóstasis,
sino
el conocer los rasgos particulares y definitivos de su
individualidad.
Conocer
los rasgos definitivos de la individualidad humana representa grandes
dificultades. Por un lado nos enfrentamos con la particularidad del
conocimiento del singular
en
cuanto singular.
La mente humana conoce ordinariamente el objeto abstrayendo
sus notas particulares. El singular es la fuente del conocimiento del
universal, pero se conoce por abstracción al universalizarlo.
Después de que se ha abstraído el concepto se pueden predicar
juicios sobre él, ya sea que se refieran a sus aspectos universales
o a sus aspectos singulares. Aún así, los juicios del singular en
cuanto a singular requieren un segundo
movimiento intelectual.
El conocimiento del singular es indirecto.38
El hombre conoce el singular indirectamente
y como por cierta reflexión
volviendo a las representaciones imaginarias en las que entiende la
especies inteligibles.
Recapitulando,
el singular percibido permite, primero, conocer el universal por la
abstracción. Después permite conocer por la “specie
intelligibile”, y,
como por cierta reflexión volviendo a la representación, que “este
objeto
que
es esto
(universal), es
distinto del resto de los estos
(universal)
y es así
(particular)” Este
proceso es indirecto y se realiza mediante un acto de conocimiento
que requiere volver al fantasma
y
confrontarlo con la especie
(convertendo
se ad phantasmata).
El
conocimiento del singular que requiere volver
sobre el fantasma, no
sólo es siempre indirecto, sino que también es siempre
parcial.
En este sentido, se dice que es posible conocer algunos aspectos del
singular
como
determinantes de su individualidad en la especie, pero no todos los
aspectos de su unicidad.
Señalar
el principio de individuación, la materia señalada, y su relación
con el resto de los accidentes que determinan a la substancia en su
ser único como substancia primera, no es suficiente para conocer lo
propio del individuo.
Analíticamente
se dice que la hipóstasis
en
las substancias compuestas se compone de la esencia como ousia
(que implica forma y materia no señalada) y
de la materia señalada. El principio de individualidad, según lo
que hemos mencionado hasta este momento, es la materia
quantitate signata,
y a través de ésta inhieren en la substancia el
resto de los accidentes
como constitutivos de la unicidad
de la hipóstasis.
Conocer
todos los aspectos particulares del singular
implicaría conocer con precisión y perfección la
totalidad de sus accidentes,
no sólo del accidente de cantidad. Este sería un conocimiento
omni-comprehensivo.39
Por otro
lado el decir que el singular es cognoscible indirectamente nos lleva
a reconocer que el modo a través del que predicamos sobre él es
distinto
al
modo en el que normalmente conocemos. Por eso algunos tomistas han
dicho que el singular
como tal es inefable, no
porque no sea posible en absoluto predicar algo sobre él, sino
porque aunque se predique algo con propiedad sobre él, al predicarlo
se predica in
universalis, de
tal modo que lo predicado es posible predicarlo de otro,
y
de este modo se anula la singularidad.
En este sentido, el conocimiento recae sobre la esencia
específica
presente en el sujeto (no determinada), y no sobre los caracteres que
la individuan.
El
conocimiento del singular en el hombre, según lo dicho
anteriormente, no es comprensivo,
ni es directo, es siempre parcial e indirecto. Al no poder conocer
con perfección la esencia determinada de una hipóstasis,
cualquiera
que sea, difícilmente se puede conocer la esencia de lo determinante
del
particular respecto de la esencia universal de la que participa. Más
aún, tratándose del hombre, este problema cobra una particular
relevancia, por encontrarse en él un tipo único de accidentes que
perfeccionan a su substancia radicalmente, los actos
humanos. El
conocimiento del significado preciso de los actos
libres
en la auto-determinación del sujeto individual es un problema que
para nuestro interés, merece una especial atención.
2.2.1 El conocimiento Discursivo de la esencia del hombre. El logos.
Como
hemos visto en cada uno de los casos, el método que posibilita el
conocimiento de la essentia
homini in universalis
es mediato
y discursivo. Parte
de la experiencia del hombre concreto, en la interioridad,
y
en la alteridad,
atravesando
un largo camino de reflexión.
Tomás
de Aquino señaló, ciertamente, que el alma se conoce a sí misma
no sólo discursivamente sino también intuitivamente, por
su sola presencia.40
Sin
embargo, ambos conocimientos, el discursivo y el intuitivo, parten de
la experiencia de lo humano,
en
la que el alma se conoce a sí misma por su acto
de conocer.
En el primer caso sometiendo
al juicio de la inteligencia la pregunta sobre el alma y su
naturaleza,
y, en el segundo caso, reconociendo
intelectualmente su presencia, conociendo que conoce.
Tratándose de actos de conocimiento distintos tienen distintas
posibilidades en el conocimiento de la esencia
del hombre.
2.2.2 El Método intuitivo en el conocimiento de la esencia del hombre. El nous.
El
conocimiento intuitivo que el hombre tiene
de sí,
sin mediación del discurso, apenas da cuenta de su existencia
(del Yo) en la conciencia de su presencia,
más no da cuenta de su esencia.
En primer lugar no lo hace en el sentido de la essentia
in universalis
pues
no le aporta intuitivamente, directa y sin mediación alguna el quid
de su propio ser, ¿qué
soy yo?
Esta
labor se realiza ordinariamente en el hombre por la mediación de los
sentidos, del pensamiento, y del lenguaje. El conocimiento intuitivo,
por otro lado, si que le indica su distinción
con
respecto a los demás entes del mundo que se le presentan. No le
permite una visión
intelectual directa
de lo que
es el hombre pero
sí una consideración intelectual de su
ser
como distinto
del resto de los entes, y como distinguido
de
los otros entes,
en
el sentido de que percibe,
sin mediación, la excelencia y la singularidad de su quid.
Se
conoce como un aliquis,
pero
el “quid
sum?” con
sus notas esenciales características lo conoce a través de la
mediación del logos.
El
conocimiento intuitivo que el hombre puede tener de
sí, tampoco
da cuenta de su essentia
in singularis,
puesto
que no le aporta, directa y sin mediación alguna el quid
de
su personalidad ¿quién soy
yo?
No le permite una visión
intelectual directa
de quién
es él, (quis
sum ego?)
considerando
tal visión
como la captación perfecta de su singularidad en todas las
perfecciones que lo hacen ser él y no otro.
Sin
embargo si le permite una consideración intelectual de su
ser
como propio,
pues esta intuición es, ante todo, como hemos dicho conciencia
del yo, y
en este sentido le aporta el conocimiento de su ser como único
en
el mundo,
y
como algo auténticamente
suyo.41
Sobre la
esencia
in sigularis de
un
hombre de carne y hueso con nombre y apellido que actúa y que
decide,
se puede predicar algo, un aliquid
con
veracidad, adecuado a la realidad de tal
persona,
pero esto será siempre según logos,
mediado
por el discurso que implica pensamiento y lenguaje, y no según nous
que aunque implicara conocimiento comprehensivo de todas y cada una
de las perfecciones del sujeto sería incomunicable en el sentido de
que al comunicarse se mediaría por el discurso
y por tanto dejaría de ser intuitivo.
La
essentia
homini in universalis
se
conoce, entonces, ordinariamente, según el razonamiento y el
discurso. La essentia homini in singularis
se
conoce, también, a través de esta mediación además de la
mediación del convertendo
ad phantasmata. Su
comprensión del singular es muy limitada, primero porque el lenguaje
está constituido universalmente
según
lo que hemos dicho
y segundo porque la predicación siempre hace referencia a un
aspecto por separado del ser,
a un aspecto secundum
quid
y la consideración del
singular en cuanto singular requiere
la consideración de su totalidad, simpliciter.
En
este sentido decimos teóricamente dos cosas: Primero que el
conocimiento de la essentia
homini in singularis,
es
posible mediante el razonamiento
discursivo
aunque éste siempre será parcial y universalizante; Segundo, que
sería más adecuado según la naturaleza
del singular humano
ser conocido mediante una intuición
perfecta
y omnicomprehensiva, si es que ésta es posible.42
Es justo
señalar que la intuición,
en el conocimiento de la esencia
del hombre,
juega un papel importante en el conocimiento del singular
humano, no
sólo en el reconocimiento del yo (que ya ha sido señalado), sino de
modo especial en el conocimiento del otro
en
cuanto a sujeto
único.
Es decir, la intuición representa un paso decisivo en el
conocimiento del hombre, específicamente en el reconocimiento del
modo único de la existencia humana en su singularidad personal.
Frente
al conocimiento de otras substancias primeras el conocimiento de un
hombre se
presenta a la experiencia intuitivamente,
siempre
como una ousia
que
se realiza con una
existencia
esencialmente distinta a las demás.
No es
necesario, en este punto, que se repare discursivamente
sobre el modo
en que la substancia humana se individualiza
hasta llegar a los conceptos de persona
y
personalidad
como
lo haremos más adelante
para
reconocer que, intuitivamente,
con una sola mirada, se percibe
al hombre como portador de una unicidad
incomparable respecto
al resto de las substancias. Corresponde a la inteligencia en su uso
discursivo
el
clarificar qué es esta nota
esencial
que en el hombre es percibida
intuitivamente y
que tiene que ver con la dignidad
del individuo humano.
Podríamos
objetar en favor del conocimiento intuitivo
y en perjuicio del discursivo, que
el itinerario discursivo tiene como fin la contemplación y por tanto
el cese del discurso en la consideración de la verdad necesaria
alcanzada. A esta objeción tendríamos que conceder la premisa, más
no la primacía
de la intuición frente
al discurso
como
conclusión.
Responderíamos
que la consideración de las verdades contempladas sobre el ser del
hombre es posible por
el razonamiento,
más aún, por el camino de la abstratio,
separatio y
demostratio,
que
ha sido señalado.
Esa
mirada contemplativa aunque es el fin
y
por tanto el descanso
del apetito,
necesita la mediación del logos
y
no corresponde propiamente al nous
en
cuando a contemplación de lo que es
evidente por sí, sino
que correspondería más bien a la contemplación de la conclusión
que por el razonamiento ha demostrado su evidencia.
2.3 La diligens et subtilis inquisitio de Tomás.
Para
alcanzar sabiduría respecto al conocimiento de la essentia
homini in universalis
y
mediante esta comprender la esencia de alguien,
al
menos parcialmente,
es
necesario que la naturaleza
humana sea
considerada en sí misma a través de una diligens
et subtilis inquisitio.
43
Esta
diligens
et subtilis inquisitio
no
se orienta solamente hacia el conocimiento de la essentia
homini in universalis,
sino
que dispone al hombre hacia el conocimiento de cada
hombre,
también en su singularidad.
Hemos establecido las posibilidades del discurso
en
el ámbito de la essentia
in universalis
y al mismo tiempo las hemos limitado, sin anularlas, en el ámbito de
la essentia
in singularis.
Partiendo de estas consideraciones podemos limitar los alcances de
una cierta antropología filosófica.
Cuando
emprendemos la diligens
et subtilis inquisitio
a través de una reflexión profunda sobre lo
que soy yo
y cada
uno de los que son como yo,
realizamos, también, aunque indirectamente una reflexión seria,
profunda y cautelosa, que tomando como punto de partida los
resultados del logos
de
la primera búsqueda puede decir
algo
sobre un singular
humano.
La
necesaria inquisitio
que
ha sido señalada es el arduo trabajo de Tomás en el Tratado del
Hombre. Inquisitio
que
por otro lado desborda las pretensiones de comprensión de lo que
es el hombre,
pues se integra en un esfuerzo más amplio, una inquisitio
que
busca comprender qué es el ser, qué es la realidad, e incluso “quid
est Deus?”
Desde
esta Inquisitio
general
y teológica,
Tomás
vuelve
sobre la pregunta señalada “Quid
sum ego?” que
implica tanto la reflexión sobre su naturaleza
como sobre su individualidad
y
que en cierto sentido no puede ser resuelta sin esta perspectiva más
amplia.
A éste
respecto, podemos afirmar que la obra filosófico-teológico de Tomás
contenida en el Tratado
del Hombre
está orientada, discursivamente, en principio, hacia el conocimiento
de la essentia
homini in universalis,
e intencionadamente al conocimiento de la essentia
in singularis. En
este sentido podemos decir que la antropología de Tomás no es en sí
misma ni esencialistas ni racionalistas sino que se
dirige hacia
el individuo
humano,
según sus posibilidades y medios, es decir según su modo de
conocer, discursivo y universal. Da una respuesta a la existencia
individual del
hombre, desde su modo de existir, nunca pretendiendo agotar las
posibilidades de su singularidad especialmente en sus actos
y decisiones, aunque
si pretendiendo entenderlas también a modo universal.
2.3.1 Método Descendente.
Desde el
punto de vista metodológico, el método de exposición
de la essentia
in universalis homini elegido
por Tomás en el
Tratado del Hombre no
es fenomenológico.44
No se parte de lo inmediato y evidente para llegar ascendentemente a
su esencia
como
su causa.
La
exposición temática es descendente. Supone que han sido conocidos
los principios más altos de la esencia
del hombre
a través de la experiencia humana concreta. Las demostraciones están
implicadas en las discusiones propias de las cuestiones, pero no en
la estructura temática que parte del alma hasta llegar al acto
descendentemente.
Una
explicación ascendente, fenomenológica, sería la que partiera de
los actos
humanos
en cuanto a vivencias
subjetivas
que se aparecen a la conciencia. La reflexión causal sobre la
vivencia llevaría a reconocer el acto que la constituye. De los
actos como realidades que provienen de “alguna causa” se concluye
la necesidad de una facultad.
De la existencia de distintas facultades se concluye la necesidad de
una substancia que sea capaz de permanecer y obrar a través de un
cierto tipo de potencias. El alma sería lo último conocido.
Esta
reflexión en Santo Tomás es condición de la exposición y es el
fundamento de la mayoría de sus demostraciones. Sin embargo es un
trabajo previo a la exposición sistemática. La exposición de Tomás
es descendente, parte de los principios metafísicos que componen al
hombre hasta llegar a sus accidentes, sus actos y operaciones.
2.4 Conclusiones
Mediante
estas distinciones
fundadas en el pensamiento mismo de Tomás presentamos una
comprensión profunda del Hombre, dirigida
hacia los hombres en concreto y
enmarcada en la dinámica de su realización.
El interés del filósofo es conocer y comprender el ser, tanto el
que se presenta inmediatamente a su experiencia, como el que se
presenta mediado por el discurso racional. El ser del hombre es
siempre singular y es a este ser al que deseamos conocer. Sin
embargo, nos vemos en la necesidad de hablar de su ser in
universalis por
motivo de la naturaleza del entendimiento humano. Al tener como modo
propio de conocer la abstracción,
que no es un fin sino un medio valiosísimo pero limitado, conocemos
queriendo comprender al ente real, a la substancia primera, que es
siempre singular, pero nos enfrentamos con la dificultad de que a tal
ente
lo conocemos universalizándolo.
En la
antropología abstraemos movidos por el profundo deseo de comprender
a tal o cual substancia
humana
que se nos presentan cotidianamente en la experiencia, incluyendo la
propia. Pero al hacerlo ésta se nos escapa.
Este
procedimiento es necesario, pues aunque por intuición,
sin la necesidad de ningún razonamiento, distinguimos nuestro
propio ser
por su sola presencia, y el de los otros
en
cuanto a semejantes
en
su modo
de ser a
nuestro
propio ser, lo
hacemos en cuanto al reconocimiento de su existencia, más no en
cuanto al conocimiento profundo de su esencia según lo que hemos
dicho.
La
inteligencia del hombre tiene que esforzarse para ascender a través
de un proceso diligente y arduo, que implica sucesivos movimientos,
discerniendo rigurosamente lo propio de las esencias que pretende
conocer. Este proceso nunca llega a agotar su objeto o a conocerlo
absoluta y perfectamente.
El
conocimiento humano de las esencias, puede ser siempre complementado
con nuevos juicios y nuevas formulaciones y esto amplía la búsqueda
de la verdad en sus posibilidades. La verdad se nos presenta
alcanzable y al mismo tiempo fugaz, y en esta dinámica es posible
re-descubrirla siempre.45
Concluimos
este capítulo asegurando la posibilidad y la necesidad de conocer la
essentia
homini in universalis
a través de una modesta diligens
et subtilis inquisitio
y
dejamos abierta para el capítulo posterior la reflexión del
conocimiento de las particularidades que el modo de individuación en
el hombre implican para la essentia
in universalis homini.
1 “aliquid
dicitur esse
ens absolute propter suum esse substantiale,
sed propter esse accidentale non dicitur esse absolute: unde cum
generatio sit motus ad esse; cum aliquis accipit esse substantiale,
dicitur generari simpliciter; cum vero accipit esse accidentale,
dicitur generari secundum quid. Et similiter est de corruptione, per
quam esse amittitur.” De
veritate, q. 21 a. 5 co.
2 “Homo
ille quaedam individua substantia est, quod est esse hypostasim et
suppositum” Contra
Gentiles, lib. 4 cap. 38 n. 1
3 “Propter
quod accidens neque rationem completae essentiae habet neque pars
essentiae completae est, sed sicut est ens secundum quid, ita et
essentiam secundum quid habet”
De ente et essentia,
cap. 5. “De
manera derivada se habla también de ente
de razón que
significa algo a modo de ente que es sólo en la inteligencia
humana… cuando decimos que algo es real, queremos indicar su
contraposición al ente de razón: un personaje real es un hombre no
meramente pensado o soñado, sino existente, de carne y hueso”
Melendo, T. Alvira, T. Clavell, L. Metafísica, p. 29.
4 En
este punto, nos introdicomos en el corazón del problema de los
universales. Para ubicarnos en la discusión nos adherimos a la
explicación de Gilson y a la respuesta de Boecio: “Una primera
solución posible consiste en admitir que el universal sea una cosa
(res); pero dicha solución se puede entender de dos maneras. Si se
sigue la doctrina de Boecio, se admitirá que en una especie – la
humana, por ejemplo - todos los individuos poseen en común la
esencia de hombre, pero unos hombres difieren de otros por la
colección de accidentes (talla, forma, color, etc), que hace que
Sócrates sea distinto de Platón. El universal hombre
sería,
pues, una esencia común a los individuos. Consideremos ahora varias
especies; por ejemplo: hombre, caballo, perro; diremos, de manera
semejante, que esas especies tienen en común la misma esencia del
género animal,
que
las contiene a todas, y dentro del género cada especie se distingue
de las demás por su diferencia específica: el hombre es animal,
como cualquier otro animal, pero su diferencia específica, racional
lo
clasifica en la especie humana. Así, pues, el género es una
esencia, lo mismo que la especie. Abelardo ha comprendido bien la
posición de Boecio, comentador de Porfirio, la dificultad que
encierra y la manera como se desembaraza de ella. Tal dificultad
consiste en que el mismo universal (animal, hombre) debe estar a la
vez todo entero en sí mismo y todo entero en cada uno de los
individuos de los que es género o especie. El modo en el que Boecio
la resuelve consiste en decir que, considerados
en sí mismos, los universales son únicamente objetos de
pensamiento pero que subsisten realmente en los individuos, habiendo
sido corporeizados y sensibilizados por los accidentes.”
Gilson, Etienne, La
filosofía en la edad media, pags. 264, 265.
En
este sentido, añadimos que el universal como género está presente
según el modo de ser de la diferencia, siendo determinado por ésta,
de tal modo que la diferencia racional
en
el hombre
diferencía todo
el género pues lo constituye en el ente real en su ser
así.
“Sic
ergo genus
significat indeterminate totum id quod est in specie, non enim
significat tantum materiam;
similiter etiam differentia significat
totum et non significat tantum formam;
et etiam diffinitio
significat totum,
et etiam species. Sed tamen diversimode, quia
genus significat totum ut quaedam denominatio determinans id quod
est materiale in re sine determinatione propriae formae.
Unde genus sumitur ex materia, quamvis non sit materia, ut patet
quod corpus dicitur ex hoc quod habet talem perfectionem, ut possint
in eo designari tres dimensiones; quae quidem perfectio est
materialiter se habens ad ulteriorem perfectionem” De
ente et essentia,
cap. 1
5
De
ente et essentia,
cap. 1
6
“Sicut
autem motus est actus ipsius mobilis inquantum mobile est; ita esse
est actus existentis, inquantum ens est.”
Super Sent., lib. 1 d. 19 q. 2 a. 2 co.
7
La predicación en este caso muestra la exepcionalidad de la
individuación humana como signo del concepto
mental que
se tiene del singular
humano como
diverso a cualquier otro singular.
Esto
se muestra en el hecho de que cuando nos referimos a una essentia
in singularis nos
referimos a una essentia
realizada
en un algo.
Y
sin embargo, el aliquid,
para la realización individual de la esencia del hombre, no
corresponde propiamente a su modo de ser y por ello utilizamos el
alguien,
aliquis.
8 “Simple
aprehensión: es el acto por el cual la mente forma una imagen de la
cosa (representación, verbum mentis) sin afirmar ni negar nada de
ella; Juicio: es el acto de la mente por el cual afirma o niega algo
de un objeto; Raciocionio: es el acto por el cual la mente,
partiendo del conocimiento de una verdad, llega al conocimiento de
otra, por comparación con un término medio.” Héctor
Rogel, Apuntes
de lógica menor, P.2
9
En relación a tal dinámica ya hemos hablado anteriormente.
Quedaría pendiente profundizar en las relaciones metafísicas entre
los distintos predicables. Por ahora solo señalamos algunos
aspectos: “quod
significatur per genus sit una natura numero in diversis speciebus,
cui superveniat res alia, quae sit differentia determinans ipsum,
sicut forma determinat materiam, quae est una numero, sed quia genus
significat aliquam formam, non tamen determinate hanc vel illam,
quam determinate differentia exprimit, quae non est alia quam illa,
quae indeterminate significabatur per genus. Et ideo dicit
Commentator in XI metaphysicae quod materia prima dicitur una per
remotionem omnium formarum, sed genus
dicitur unum per communitatem formae significatae.
Unde patet quod per
additionem differentiae remota illa indeterminatione, quae erat
causa unitatis generis, remanent species per essentiam diversae“De
ente et essentia,
cap. 1
10
De
ente et essentia,
cap. 1
11 Por
esta razón se presentan como definitivos en la comprensión tanto
de la metafísica como de la gnoseología como de la lógica. Santo
Tomás las presenta como parte del opúsculo De
ente et essentia,
justamente por la estrecha relación que tienen con la metafísica.
12 “Sciendum
est igitur quod, sicut in V metaphysicae philosophus dicit, ens per
se dicitur dupliciter, uno
modo quod dividitur per decem genera,
alio modo quod significat propositionum veritatem“De
ente et essentia,
cap. 1
13 “Los
predicamentos son los diez supremos géneros de las cosas finitas:
Substancia, Cantidad, Cualidad, Relación, Acción, Pasíon, Donde,
Cuando, Sitio, Hábito” Héctor
Rogel, Apuntes
de lógica menor, p.4
14 “…simile
simili cognoscitur” Iª q. 88 a. 1 arg. 2
15 “Haec
autem determinatio vel designatio, quae est in specie respectu
generis, non est per aliquid in essentia speciei exsistens, quod
nullo modo in essentia generis sit, immo quicquid est in specie, est
etiam in genere ut non determinatum.
Si enim animal non esset totum quod est homo, sed pars eius, non
praedicaretur de eo, cum nulla pars integralis de suo toto
praedicetur” De
ente et essentia,
cap. 1
16 Lo
que no se puede decir es que en la esencia del hombre este contenido
lo que compete al singular, pues esto significaría una limitación
de la esencia a tal singular: “Et
in singularibus etiam habet multiplex esse secundum singularium
diversitatem et tamen ipsi naturae secundum suam primam
considerationem, scilicet absolutam, nullum istorum esse debetur.
Falsum enim est dicere
quod essentia hominis in quantum huiusmodi habeat esse in hoc
singulari, quia si esse in hoc singulari conveniret homini in
quantum est homo, nunquam esset extra hoc singulare.” De
ente et essentia, cap. 2
17 “In
Socrate non invenitur communitas aliqua, sed quicquid
est in eo est individuatum”
De ente et essentia,
cap. 2
18 “Respondeo
dicendum quod, secundum philosophum, voces sunt
signa intellectuum, et intellectus sunt rerum similitudines.
Et sic patet quod voces referuntur ad res significandas, mediante
conceptione intellectus. Secundum igitur quod aliquid a nobis
intellectu cognosci potest, sic a nobis potest nominari”
Iª q. 13 a. 1 co.
19 En
este sentido decimos que la essentia
in singularis de
Sócrates no es otra cosa que la essentia
homini signata, pero
es precisamente este carácter de signata
que
implica la individuación lo que hace imposible la definición en
sentido extricto “Haec
autem material [quantitate signata] in diffinitione hominis, in
quantum est homo, non ponitur, sed poneretur in diffinitione
Socratis, si
Socrates diffinitionem haberet.
Sic ergo patet quod essentia hominis et essentia Socratis non
differunt nisi secundum
signatum et non signatum.
Unde Commentator dicit super VII metaphysicae: Socrates
nihil aliud est quam animalitas et rationalitas, quae sunt quiditas
eius.
De
ente et essentia,
cap. 1
20
Al mismo tiempo tenemos que decir que tales operaciones
son
posibles en el ente por la esencia
que
en el caso de las substancias compuestas implica materia y forma:
“unde
nec aliquam
operationem habent nisi secundum exigentiam qualitatum activarum et
passivarum et aliarum, quibus materia ad formam disponitu”
Ente
et Essentia
cap. 3.
21
Decimos que el hombre se auto
determina, porque
no sólo determina su fin
y
su movimiento en relación al fin
conocido sino
que al hacerlo también se determina a sí mismo en relación al
bien y a su propio bien: “Eorum
autem quae
a principio intrinseco moventur,
quaedam
movent seipsa,
quaedam autem non. Cum enim omne agens seu motum agat seu moveatur
propter finem, ut supra habitum est; illa
perfecte moventur a principio intrinseco, in quibus est aliquod
intrinsecum principium non solum ut moveantur, sed ut moveantur in
finem.
Ad hoc autem quod fiat
aliquid propter finem, requiritur cognitio finis aliqualis.
Quodcumque igitur sic agit vel movetur a principio intrinseco, quod
habet aliquam notitiam finis, habet in seipso principium sui actus
non solum ut agat, sed etiam ut agat propter finem”
Iª-IIae q. 6
a. 1 co.
22
Para un desarrollo extendido de esta idea consultar los capítulos
III, El
fin último del hombre: la glorificación de Dios y la beatitud,
IV, El
objeto formal de la voluntad y el origen del problema moral, y
V, La
actividad humana considerada en su esencia psicológica, la
libertad, la personalidad y la cultura,
de la obra Los
fundamentos metafísicos del orden moral, de
Don Octavio Nicolás Derisi.
23
“a) La sustancia es sustrato del accidente, en cuanto le da el
ser; b) La sustancia es causa de aquellos accidentes que derivan de
ella misma: c) La sustancia tiene una capacidad pasiva de recibir el
ulterior perfeccionamiento que le confieren los accidents.”
Melendo,
T. Alvira, T. Clavell, L. Metafísica, p.61
24
“bonitas vel malitia actus maxime consideratur in
doctrina morum” Iª-IIae
q. 18 a. 3 arg. 2
25 “Et
ideo quaecumque conditiones
sunt extra substantiam actus,
et
tamen attingunt aliquo modo actum humanum, circumstantiae dicuntur.
Quod autem est extra substantiam rei ad rem ipsam pertinens,
accidens
eius dicitur.
Unde circumstantiae
actuum humanorum accidentia eorum dicenda sunt”
Iª-IIae q. 7
a. 1 co.
26 IIª-IIae,
q. 141 a. 2 co.
27 “Dicitur
autem virtus moralis a more, secundum quod mos significat quandam
inclinationem naturalem, vel quasi naturalem, ad aliquid agendum. Et
huic significationi moris propinqua est alia significatio, qua
significat consuetudinem, nam consuetudo
quodammodo vertitur in naturam, et facit inclinationem similem
naturali.
Manifestum est autem quod inclinatio ad actum proprie convenit
appetitivae virtuti, cuius est movere omnes potentias ad agendum, ut
ex supradictis patet. Et ideo non omnis virtus dicitur moralis, sed
solum illa quae est in vi appetitiva” Iª-IIae q. 58 a. 1 co.
28 “Respondeo
dicendum quod virtus
humana est quidam habitus perficiens hominem ad bene operandum.
Principium autem humanorum actuum in homine non est nisi duplex,
scilicet intellectus sive ratio, et appetitus, haec enim sunt duo
moventia in homine, ut dicitur in III de anima. Unde omnis virtus
humana oportet quod sit perfectiva alicuius istorum principiorum. Si
quidem igitur sit perfectiva intellectus speculativi vel practici ad
bonum hominis actum, erit virtus intellectualis, si autem sit
perfectiva appetitivae partis, erit virtus moralis. Unde relinquitur
quod omnis virtus humana vel est intellectualis vel moralis”
Iª-IIae q. 58 a. 3 co.
29 Y
de este principio brota la clasificación clásica de virtudes
intelectuales y
virtudes
morales. Las
virtudes intelectuales son aquellas que perfeccionan el
entendimiento disponiéndolo con mayor facilidad hacia la verdad
como su bien y
las virtudes morales son aquellas que perfeccionan la voluntad y los
demás apetitos disponiéndolos hacia el bien
que les compete.
30 Sobre
este tema se hablará con mayor amplitud en el siguiente capítulo.
31
“Et
huic consonat verbum Boethii in commento praedicamentorum, ubi dicit
quod usia
significat compositum.
Usia enim apud Graecos idem est quod essentia apud nos, ut ipsemet
dicit in libro de duabus naturis. Avicenna etiam dicit quod quiditas
substantiarum
compositarum est ipsa compositio formae et materiae.
Commentator etiam dicit super VII metaphysicae: natura
quam habent species in rebus generabilibus est aliquod medium,
id est compositum ex materia et forma.
Huic etiam ratio concordat, quia esse
substantiae compositae non est tantum formae nec tantum materiae,
sed ipsius compositi”
Ente et essentia cap.1
32 Haec
autem materia (materiam signatam quae sub determinatis dimensionibus
consideratur) in definitione hominis, inquantum est homo, non
ponitur, sed poneretur in definitione Socratis, si Socrates
definitionem haberet. In definitione autem hominis ponitur materia
non signata; non enim in definitione hominis ponitur hoc os et haec
caro, sed os et caro absolute, quae sunt materia hominis non
signata. De
ente et essentia 32.
33 En
el caso de las substancias libres, este principio constituye el
fundamento metafísico de la historicidad, en el nexo del pasado con
el presente: “En una consideración cronológica, acto equivale a
ser ya, potencia a no ser todavía. Lo histórico es propiamente ser
todavía. Está fuera del no ser de la potencia, y fuera del ya del
acto: participa del todavía de la potencia y del ser del acto. El
pasado simple es un no ser ya. El ser histórico permanece: no es un
puro pasado. El pasado histórico, en cuanto pasado, es un no ser
ya; pero en cuanto a histórico, es un ser todavía. En tanto que no
es ya se opone al acto, y en tanto que es todavía se opone a la
potencia. Participa del ser y del no ser. Formalmente tomado, lo
histórico equivale a la permanencia de un pasado en la actualidad
de un presente.”
Cruz, Juan, Filosofía
de la historia, p. 88
34
“Respondeo
dicendum quod, sicut in cognitionem simplicium oportet nos venire
per composita, ita in cognitionem aeternitatis oportet nos venire
per
tempus;
quod
nihil aliud est quam numerus motus secundum prius et posterius.”
Iª q.
10 a. 1 co.
35
Aunque lo inteligible es inteligible por su ser, y en sentido
ontológico, tiene mayor ser el singular que el universal, parece
ser que el conocmiento del singular humano es menos accesible según
las capacidades de la inteligencia humana.
36
“Similiter
si unitas esset de ratione eius, tunc esset una et eadem Socratis et
Platonis nec posset in pluribus plurificari. Alio modo consideratur
secundum esse quod habet in hoc vel in illo, et sic de ipsa aliquid
praedicatur per accidens ratione eius, in quo est, sicut dicitur
quod homo est albus, quia Socrates est albus, quamvis hoc non
conveniat homini in eo quod homo. Haec
autem natura duplex habet esse, unum in singularibus et aliud in
anima, et secundum utrumque consequuntur dictam naturam accidentia.”
De
ente et essentia,
cap. 2
37
Unde etiam convenienter individua
substantiae habent aliquod speciale nomen prae aliis, dicuntur enim
hypostases,
vel primae substantiae. Iª
q. 29 a. 1 co.
38 “Singulare
in rebus materialibus intellectus noster directe et primo cognoscere
non potest. Cuius ratio est, quia principium
singularitatis in rebus materialibus est materia individualis,
intellectus autem noster, sicut supra dictum est, intelligit
abstrahendo speciem intelligibilem ab huiusmodi materia. Quod autem
a materia individuali abstrahitur, est universale. Unde intellectus
noster directe non est cognoscitivus nisi universalium.
Indirecte
autem, et quasi per quandam reflexionem, potest cognoscere
singulare, quia, sicut supra dictum est, etiam postquam species
intelligibiles abstraxit, non potest secundum eas actu intelligere
nisi convertendo se ad phantasmata, in quibus species intelligibiles
intelligit,
ut dicitur in III de anima. Sic igitur ipsum universale per speciem
intelligibilem directe intelligit; indirecte autem singularia,
quorum sunt phantasmata. Et hoc modo format hanc propositionem,
Socrates est homo.”
Iª q. 86 a. 1 co.
39
“Conocimiento comprehensivo: Si representa todo lo que hay de
cognoscible en el objeto” Héctor
Rogel, Apuntes
de lógica menor, P.3
40 “Non
ergo per essentiam suam, sed
per actum suum se cognoscit intellectus noster.
Et hoc dupliciter. Uno
quidem modo, particulariter, secundum quod Socrates vel Plato
percipit se habere animam intellectivam,
ex
hoc quod percipit se intelligere.
Alio modo, in universali, secundum quod naturam humanae mentis ex
actu intellectus consideramus... Est autem differentia inter has
duas cognitiones. Nam
ad primam cognitionem de mente habendam, sufficit ipsa mentis
praesentia, quae est principium actus ex quo mens percipit seipsam.
Et
ideo dicitur se cognoscere per suam praesentiam.
Sed ad secundam cognitionem de mente habendam, non sufficit eius
praesentia, sed requiritur diligens et subtilis inquisitio.” S.
Th. I, Q. 87, art. 1.
41 No
se trata de un cogito
ergo sum, en
el sentido de la elaboración de un cierto argumento metafísico que
pueda garantizar la existencia del yo a través de una premisa,
cogito,
que
sustente clara, distinta e infaliblemente la conclusión, existo.
Se
trata más bien de la constatación existencial de un hecho, el alma
se reconoce a sí misma como existente por
su sola presencia y
en este reconocimiento inmediato
conoce
que conoce.
42 Podemos
decir que ningún hombre puede conocer a la perfección a otro
hombre, ni siquiera a sí mismo. Sin embargo, esta idea nos permite
establecer un vínculo con las verdades de la fe, en las que Dios se
presenta como el único que conoce realmente al hombre, que
le muestra quién es, que
le tiene preparado a cada uno un nombre
nuevo, que
sólo él conoce, y que en virtud de estas consideraciones sólo él
puede juzgar al hombre, pues él conoce el corazón de cada hombre.
43 “Sed
ad secundam cognitionem de mente habendam, non sufficit eius
praesentia,
sed requiritur diligens et subtilis inquisitio.
Unde et multi naturam animae ignorant, et multi etiam circa naturam
animae erraverunt. Propter quod Augustinus dicit, X de Trin., de
tali inquisitione mentis, non velut absentem se quaerat mens
cernere; sed praesentem quaerat discernere, idest cognoscere
differentiam suam ab aliis rebus, quod est cognoscere quidditatem et
naturam suam.” Iª q. 87 a. 1 co.
44 No
quiere decir, que no se proceda fenomenológicamente, sino que la
forma de exponer sigue un esquema distinto. El esquema general de la
suma parte de la existencia de Dios a su esencia, de su esencia a su
obrar. Al tratar de su obrar se refiere a la creación y por tanto a
Dios como creador, empezando por las criaturas espirituales
siguiendo por el cosmos y terminando con el hombre. Terminando el
tratado del hombre, se continúa con la Ética
en dónde se trata al hombre en relación a su fin,
que
es Dios. Finalmente se concluye con la Cristología y la
Eclesiología, que hacen posible al hombre alcanzar
la bienaventuranza. Por
este motivo algunos autores tomistas han considerado el esquema
general de la Suma, como un esquema de Exitus-Reditus,
en
el que la totalidad de la realidad se explica desde Dios, primero
saliendo de él, y después regresando a Él. El esquema entonces
del Tratado del Hombre sigue este esquema general, de lo más
perfecto a lo menos perfecto, tratando de comprender lo más
perfecto a través de lo menos perfecto.
45 “...
cognitio
nostra est adeo debilis
quod nullus
philosophus potuit unquam perfecte investigare naturam unius muscae:
unde legitur, quod unus philosophus fuit triginta annis in
solitudine, ut cognosceret naturam apis.” In Symbolum Apostolorum,
Proemium.
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