Prólogo
En una serie de entradas subsecuentes, publicaré la tesis "La esencia del hombre y su realización individual" que fue presentada por el autor del blog para obtener el título de Licenciado en Filosofía, en la UPAEP, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla el 11 de Junio de 2010 siendo aprobada por el tribunal con mención honorífica.
El subtítulo de la investigación describe de modo muy sencillo la intención general de la obra: una mirada tomista a la personalidad. En efecto, la tesis, escrita casi por accidente, no pretendía ser una investigación que acreditara una serie de estudios de
nivel superior sino que muy por el contrario, pretendía ser
únicamente una serie de esquemas de estudio y de reflexión personal
que me permitieran comprender de mejor manera la relación entre los
actos humanos y la
personalidad en la
síntesis tomista. Esta intención, era de hecho, sólo el preámbulo
de lo que realmente era mi tema
de investigación y que consistía en explicar una cuestión de la
moral especial en relación a la virtud de la templanza.
Así, con esta intención inicié
mi investigación y casi sin darme cuenta, algún tiempo después, ya
había escrito un texto que tenía un valor en sí mismo,
aunque en el orden de la
intención era sólo
un preámbulo. El
texto fue presentado a mi asesor de tesis, la Dra.
Gloria del Carmen Balderas Rosas, quien presidía también la
facultad de Filosofía de la Universidad y
me recomendó hacerle algunas modificaciones y presentarlo como
trabajo de investigación para la titulación. De modo que terminé
mi tesis, en cierto sentido, sin haberla empezado, puesto que la
tesis “de Temperantia”
nunca la escribí.
A
tres años de este episodio, mi postura sobre la tesis puede haber
variado ligeramente. Ciertamente, si hoy escribiera sobre los mismos
problemas escribiría quizá de una forma distinta, aunque debo decir
que teóricamente conservaría lo esencial o mejor aún, coincidiría
lo esencial, aunque el planteamiento, la presentación y quizá el
carácter variaría un poco. Quisiera compartir esta investigación
tal cual fue escrita en ese momento, reconociendo además, que
significó para mi propia búsqueda intelectual un paso decisivo
tanto en los problemas específicos que me cautivaron como
en la escucha del maestro que
desde entonces me ha acompañado, el Doctor Angélico, Santo Tomás de
Aquino, de quien me considero discípulo y devoto.
Así, esta tesis
presenta de un modo más sistemático que los artículos del blog, lo
que pretende ser una síntesis antropológica que puede servir
también de principio hermenéutico para la comprensión de ellos. Se
trata en último término de una “metafísica de la
persona” en sentido clásico,
que contiene poco de originalidad pero que puede aportar una mirada
particular al pensamiento de
Tomás, mirada que me ha permitido, posteriormente, entrar en diálogo
desde la enseñanza del angélico, con varias de las tradiciones
filosóficas contemporáneas.
En esta primera entrada, publicamos únicamente el planteamiento del problema y la metodología a utilizar.
I Presentación
Preguntarse
por la esencia del hombre y dedicarse con empeñoso afán a buscar la
respuesta es uno de los ministerios a los que la filosofía no puede
renunciar. Es una cuestión vital. El hombre para dirigirse y actuar
necesita saber lo
que es. La
filosofía como diaconía
de la verdad
realiza tal servicio en una búsqueda seria y dedicada, atendiendo
con todas sus fuerzas al ser
del hombre
en cuanto a objeto de conocimiento.
Sin
embargo, al pasar los siglos y a pesar del esmero que distintos
filósofos y pensadores han realizado para dedicarse con pasión a
tal problema, el hombre
se presenta siempre nuevo, siempre misterioso.
Aun
en el caso de que alguien
haya podido, mediante el recto uso de la razón, desarrollar un
conocimiento profundo, certero y suficientemente justificado sobre lo
que es el hombre, la
novedad de su
personalidad y
la de sus semejantes se presenta siempre asombrosa.
El
hombre, se reconoce como conocedor
de sí mismo.1
Esta
capacidad e imperiosa necesidad es al mismo tiempo percibida por él
como don
único
entre
los demás seres que le son accesibles a la experiencia inmediata y
por tanto es también testimonio de su
novedad
en medio del cosmos. Un primer pensamiento sobre el hombre y su ser
sería este: el
hombre es
aquel
al que le es posible y necesario conocerse a sí mismo.
Su deseo
de conocerse,
no se sacia con entenderse
como un hombre
y comprender aquello
que es
un hombre. Permanece siempre vivo en la búsqueda por el significado,
el
sentido,
el
logos
de
su humanidad,
por el significado, el sentido, el logos
de
su personalidad
y
la de aquellos que son su prójimo.
El
hombre tiende a saber quién
es y
lo que su
propio ser
significa.
Así,
es necesario al hombre, resolver tanto la pregunta fundamental sobre
su propio ser en un sentido general
como la pregunta fundamental por su
identidad personal
que se realiza en un tiempo determinado, en su historia
vital.
Hacia ambas respuestas se puede andar por las mismas sendas, y de
tales dependerá en cierta medida toda su existencia.
I.I Filosofía Cristiana
Esta
noble pregunta ha estado presente en el pensamiento de los grandes
filósofos y de muchos otros pensadores, siendo abordada por
distintos caminos y métodos.
De su respuesta han resultado procesos históricos complejos
sumamente delicados con graves consecuencias para las civilizaciones
y las culturas.
En medio
del entramado filosófico de las distintas propuestas antropológicas,
elegimos en esta investigación la senda de la filosofía
cristiana.
Al
hacerlo, reconocemos una
unidad
substancial en el proceso de búsqueda y seguimiento de la verdad en
el que se embarca un pensador cristiano. Esta unidad se refleja en la
armonía
entre la verdad natural y
la
verdad sobrenatural. A
una accedemos por el razonamiento estricto y a la otra por la fe
sobrenatural y
el asentimiento
en la divina revelación.
Ambas forman parte del único camino humano de sabiduría
en
el que se emprende un cristiano
que
hace filosofía.
Permaneciendo
en el terreno de la razón y sujetados a sus justas exigencias
asumimos sin temor el reconocimiento racional de aquellas verdades
que proviniendo de la divina revelación han adquirido un estatuto
propio en el ámbito de la razón natural. De esta manera los
contenidos de la filosofía cristiana se amplían. No son sólo los
problemas que la realidad natural plantea a la razón natural, sino
que también incluyen los problemas que la
realidad sobre-natural revelada
plantean a la razón natural y que pueden ser resueltos en tal ámbito
sin la necesidad de una argumentación propiamente teológica.
Este
incremento de los contenidos
de la filosofía
a través del contacto con el cristianismo, no representa una
disminución o una reducción de los contenidos de la filosofía
cristiana
a lo filosóficamente compatible con lo estrictamente cristiano. La
filosofía
cristiana
no es una renuncia a la filosofía
no cristiana, no
se trata de una noción privativa de lo no-cristiano, sino más bien
es una actitud metodológica abierta a los contenidos de la
revelación que sabe reconocer en el ámbito de la razón natural
cualquier desarrollo filosófico serio como patrimonio sapiencial al
servicio de la verdad. Así pues los
contenidos propios
de la filosofía
cristiana
se
suman a los contenidos
universales
de la filosofía y son aquellos que pertenecen al
cuerpo de las verdades racionales que han sido descubiertas,
profundizadas o simplemente salvaguardadas, gracias a la ayuda que la
revelación ha prestado a la razón.2
El
camino
de la filosofía
cristiana,
no sólo atiende a sus propios contenidos
como
refiriéndose a las verdades accesibles a la razón natural en su
carácter de preambula
fidei y
aceptando dentro del patrimonio de la razón algunas verdades
inspiradas
en
la divina revelación y que después pueden encontrar su propia
justificación filosófica. Siendo un método
implica una forma
de hacer filosofía,
forma a la que aludía el papa León XIII con las siguientes
palabras: Verdaderamente,
si la razón natural dio tan óptima semilla de doctrina antes de ser
fecundada con la virtud de Cristo, mucho más abundante la producirá
ciertamente después que la gracia del Salvador restauró y
enriqueció las fuerzas naturales de la humana mente. ¿Y quién no
ve que con este modo de filosofar se abre un camino llano y
practicable a la fe?3
La
noción de filosofía cristiana hace referencia según lo dicho,
primero, a sus contenidos específicos que no son una renuncia a la
filosofía universal sino su enriquecimiento y plenitud, y, segundo,
a su modo de proceder que no se limita a considerar solamente el
auxilio de la divina revelación
como un auxilio exclusivamente iluminativo en el ámbito de la
inteligencia, sino que lo considera dispensado en la obra de la
redención.
Por lo tanto alude a sus efectos salvíficos sobre la
naturaleza humana y
particularmente sobre la
inteligencia
al liberarla de las tinieblas de la ignorancia y del error, y
orientarla hacia la Verdad Eterna.4
El
camino de la filosofía cristiana no se resuelve solamente en el
asentimiento de los artículos de la fe como
verdades razonables y normativas compatibles con la razón natural,
sino en el reconocimiento de la presencia
de un principio metafísico novedoso, una substancia, una realidad
sobre-natural
que perfecciona al filósofo cristiano en todos los aspectos de su
naturaleza y particularmente en su inteligencia disponiéndola para
alcanzar su realización perfecta. Este es el orden de la
fe,
luz divina que permite contemplar la totalidad del Ser no sólo según
capacidad humana sino según scientia
divina,
orden
sobrenatural
que
no anula las exigencias de la razón natural sino que las perfecciona
elevando sus posibilidades más allá de los límites del propio ser.
La
presencia de la gracia divina en el alma humana y su eficaz obra de
restauración-santificación es, entonces, el inicio de la vida
eterna, de la contemplación de la Verdad Increada y por tanto de la
más alta filosofía.5
Desde
esta perspectiva la filosofía cristiana se presenta como un
verdadero itinerario
de la mente hacia Dios,
según la enseñanza de San Buenaventura. Se trata de una
manifestación de la
restauración por la gracia de Jesucristo de la naturaleza herida en
su capacidad más profunda para comprender la realidad y conocer la
verdad, en su inteligencia.
Dicho
esto, la
gracia, incluida la fe,
se vuelve indispensable en el caminar filosófico de un cristiano.
De este modo llegamos a la noción de filosofía cristiana de Etienne
Gilson a la que nos adherimos sin reservas: Llamo,
pues, filosofía cristiana a toda filosofía que, aun cuando haga la
distinción formal de los dos órdenes, considere la revelación
cristiana como un auxiliar indispensable de la razón.6
Así
pues, hacemos la distinción formal entre el orden de lo divino y el
orden de lo humano, lo sobrenatural y lo natural, la fe y la razón,
lo que se nos ha sido dado de lo alto como don y lo que podemos
demostrar con rigor. Al hacerlo no rechazamos de ningún modo, por
invocación de una filosofía pura sin prejuicios o supuestos, los
auxilios de la divina revelación sino más bien los consideramos a
priori
como indispensables en la comprensión del problema que nos atañe.
La fe es
lo primero necesario para ser cristiano, y sin ella nadie puede ni
llamarse cristiano7
ni hacer filosofía
cristiana.
La orientación de esta investigación está definida en este método.
I.I.I El Tomismo
Dentro
del camino de la filosofía
cristiana,
decidimos peregrinar guiados por la luz de la obra de Santo Tomás de
Aquino. Lo escogemos como guía por su autoridad
eminente y
por su
gran claridad antropológica y metafísica.
La
eminencia
de
su autoridad, se fundamenta tanto en la firmeza
de su obra intelectual,
como en la
recomendación pontificia
propuesta
desde la fe y aceptada por la fe.
Su
autoridad,
tiene, entonces, un doble fundamento, la autoridad científica
de
sus obras, y la autoridad dogmática.
La
autoridad
científica que
un pensador puede llegar a tener, depende del valor intrínseco de su
saber y de los contenidos de su obra intelectual. Dentro de la gran
aportación que desde el punto de vista científico ha hecho Santo
Tomás a las distintas ramas de la filosofía y de la teología
destaca con gran esplendor la de su antropología filosófica. No
sólo consideramos, entonces, su autoridad científica en general
sino específicamente invocamos su descollante obra en el área
específica de la antropología filosófica.
La
autoridad dogmática depende de su conformidad con la divina
revelación y de su aprobación y recomendación por la Iglesia
católica, que es maestra infalible de la verdad revelada.8
El
concepto de autoridad
dogmática,
en sentido propio, no es un concepto intrínseco a la filosofía sino
extrínseco. En principio, podemos decir que se trata de un concepto
teológico
que tiene una significación especial en el ámbito de la
investigación teológica. Ahora bien, considerando que la
investigación que aquí se propone pretende ser un desarrollo de
filosofía
cristiana,
en donde los auxilios de la divina revelación no sólo no se
rechazan sino se consideran indispensables, la autoridad
dogmática de
Santo Tomás resulta también relevante para los propósitos y la
metodología de la búsqueda que aquí se emprende.
I.I.II El Tomismo como método
Nos
situamos en el tomismo, no sólo según el
contenido de sus investigaciones
y en las
fuentes de Santo Tomás,
sino que principalmente buscamos introducirnos en el
camino de Tomás,
en el espíritu de su método.
Santo
Tomás reconoce, primero, la
autonomía de la razón
en la búsqueda de la verdad, autonomía y capacidad que da origen y
sustento a la filosofía. Al mismo tiempo, niega su autosuficiencia,
aceptando
la necesidad de la revelación para las verdades más fundamentales
sobre las que se decidirán los aspectos más fundamentales de su
existencia.9
Finalmente,
aunque reconociendo la autonomía propia de la razón natural no duda
en auxiliarse,
incluso en tal ámbito, de la divina revelación para de mejor manera
evitar el error y orientarse en su búsqueda.
El
Doctor Angélico concibe la razón
natural
en una altísima dignidad. Como potencia del alma es reconocida
bondadosa
en sí misma
y capaz de conocer todo
lo que es
por su propia fuerza.
Esta
valoración sumamente positiva de la inteligencia humana junto con el
reconocimiento de un orden en la creación que está dispuesto
armónicamente para ser conocido por el hombre, establece con
claridad la comprensión de las grandes posibilidades de la razón
frente al mundo y por tanto de la seriedad de la filosofía y de la
ciencia frente a la teología.
La
inteligibilidad de la naturaleza junto con la metafísica de los
trascendentales, que reconoce al ser y a todo
cuanto es como
perfectivo del hombre en cuanto a verdadero en su inteligencia y en
cuanto a bueno en sus apetitos, establece una relación armónica del
hombre con el mundo y de la realidad con la inteligencia y jamás una
relación problemática
a priori como
lo hacen las aproximaciones racionalistas.
La
confianza de Tomás en la razón lo lleva a desarrollar una filosofía
sumamente respetuosa y fiada de la dinámica
propia de la razón. Esta
confianza nos permite proceder tanto justificando las conclusiones
filosóficas en premisas racionales per
se notum
como
disponiendo teóricamente, según recta razón, el fundamento
racional de las relaciones armónicas entre tales conclusiones
filosóficas válidas
en sí mismas
y aquellas proposiciones o artículos
que
no provienen del ejercicio estricto de la razón natural sino que
provienen directamente de la sabiduría divina y que son reconocidas
y aceptadas por la inteligencia como veraces.10
Sólo
el tomismo se da como un sistema cuyas conclusiones filosóficas son
deducidas de premisas puramente racionales.11
En
este sentido, el espíritu
metodológico de Santo Tomás nos
lleva a considerar como fundamentales en la búsqueda de la verdad
todos
y cada uno de
los aportes que los filósofos han hecho a la ciencia.
Más
allá de las formalidades propias de la disputatio,
en la consideración de las objeciones
pervive el reconocimiento de que las opiniones contrarias lejos de
ser un tropo del escepticismo hacen avanzar a la filosofía. La
confianza en la razón y el reconocimiento sincero de que la verdad
adecuada a la realidad puede encontrar siempre nuevas formulaciones
hacen necesario y fecundo el diálogo constante, respetuoso y atento
en la filosofía. Omnes
opiniones secundum quid aliquid verum dicunt.
Sintetizando,
la confianza de Tomás en la razón se convierte en un preámbulo
metodológico que lleva a desarrollar un pensamiento profundo como
comprensión armónica y proporcionada de la realidad, más aún como
información
de
la realidad. La relación entre realidad y pensamiento se establece
con toda naturalidad, siendo mediada por los sentidos. En ella el
entendimiento se
hace a la realidad, se
informa
por ella.12
Es
necesario volver a proponer como opción metodológica razonable y
sensata la
confianza a la razón no
sólo en el ámbito de la filosofía posmoderna, racionalista y
neo-racionalista sino especialmente y con gran relevancia en el
ámbito de la sagrada teología.
No
se trata de una confianza ingenua que no reconozca los limites tanto
del pensamiento como del lenguaje en el conocimiento de la realidad,
sino de una confianza sincera y justa, que se fundamente en la verdad
de la naturaleza del hombre y de sus capacidades. Se trata de una
confianza humilde
en
el sentido de Tomás, es decir, que espera
de sí misma lo que le compete según su naturaleza ni
más ni menos.13
El
realismo
como método14
no
sólo implica partir del ser al conocer, ab
esse ad nosce
y
no del conocer al ser, ab
nosce ad esse,
implica
también, constitutivamente, el reconocimiento de la armonía posible
entre la inteligencia y el ser en su totalidad inclusive el Ipsum
Esse Subsistens.15
I.I.II.I Autonomía de la razón
¿Cuál
es el estatuto de la filosofía en el pensamiento tomista? La
filosofía, realiza una función fundamental e insustituible en la
comprensión de la realidad que no queda desacreditada o inhabilitada
por la aparición de la divina revelación, sino que por el
contrario, se perfecciona por ésta en un camino armónico en el que
la inteligencia humana haciendo uso de sus fuerzas naturales recibe
de pronto la ayuda de las fuerzas sobrenaturales para el conocimiento
de todo
cuanto es.16
I.I.II.I.II Insuficiencia de la razón
Por otro
lado, aun afirmando la autonomía de la razón, Santo Tomás reconoce
su insuficiencia. Esta insuficiencia no significa una disminución de
la razón en relación a su capacidad de verdad, sino que significa
una insuficiencia de la razón para
salvar al hombre.
Para la
salvación del hombre, para su bienaventuranza eterna, a la que debe
orientar su existencia temporal y ordenar sus actos fue necesaria
además de las disciplinas filosóficas una doctrina sagrada según
la divina revelación.17
Los actos del hombre, en atención a su bienaventuranza, deben de
orientarse hacia Dios como a su fin, quién excede a su capacidad de
comprensión según naturaleza.
La teoría
de la acción de Santo Tomás señala la necesidad de que el fin sea
conocido por el hombre antes de engendrar el acto humano, pues el
hombre se ordena a sí mismo hacia un bien en razón de fin, para su
propia perfección según su capacidad de libre
albedrío. Sólo
conociendo el ente que apetece y tendiendo hacia él en razón de
fin, puede reconocerlo como bien y buscar perfeccionarse en él ya
sea mediante una intención o mediante un acto.
La razón
natural puede, no sin grandes dificultades, llegar a la demostración
de la existencia de un solo Dios y a predicar sus atributos
metafísicos
según la triple vía de la afirmación, negación y eminencia, pero
el quid
de
Dios excede sus posibilidades.
Siendo
que el entendimiento humano es finito y que la naturaleza de Dios es
infinita18
resulta ser un objeto absolutamente desproporcionado a sus
posibilidades, aunque eso no significa que no pueda nombrarlo y
predicar con verdad algo sobre él. Difícilmente podría ordenar su
vida hacia
Dios, más
aún, según
Dios, si
no conoce más que su existencia, sus atributos metafísicos y con
gran dificultad puede nombrarlo como Ipsum
Esse
Subsistens.
I.I.II.III Auxilio de la fe a la razón en el ámbito natural
La
autonomía de la razón, junto con una consideración moderada de sus
posibilidades y la consideración de su insuficiencia para “salvarse
a sí misma” introduce
la permisión del auxilio que la divina revelación puede prestar a
la razón natural.
Aquellas cosas que la razón podría haber alcanzado por sí sola
pueden recibir el auxilio de la divina revelación, no para
justificarse en ellas pues éstas deben de buscar su propia
justificación según la evidencia de sus proposiciones, pero si como
una orientación valiosa.19
I.I.II.IV Fe y razón, ciencia natural y ciencia divina, relaciones posibles.
La
apertura a la divina revelación da lugar a un nuevo orden de
conocimiento, el de la ciencia divina o doctrina
sagrada que
se fundamenta no en la evidencia de sus proposiciones sino en la
veracidad divina de un Dios que comunica su propia ciencia. Esta
nueva ciencia, la teología
sobrenatural no
anula ni sustituye las ciencias naturales ni las disciplinas
filosóficas sino que establece una continuidad junto con ellas en la
búsqueda de la sabiduría sobre el mundo. Para la salvación del
hombre fue necesaria la doctrina
sagrada además
de las disciplinas filosóficas. El encuentro fecundo entre ambas ha
dado lugar al enriquecimiento tanto de la comprensión de los
artículos
de la fe como
de las disciplinas filosóficas mismas.20
Estos
elementos dan pie a una concepción particular de la naturaleza
de la teología sobrenatural así
mismo que a una concepción particular tanto de la naturaleza
de las disciplinas naturales, incluyendo
las filosóficas y las científicas (en el sentido moderno) como de
las relaciones posibles entre ellas. La naturaleza de cada una de las
disciplinas sapienciales dependerá, entonces, tanto de su objeto
como de su ratio
cognoscibilis,
de
su método y de su forma de proceder.21
Nada
impide, por lo tanto, que distintas disciplinas se dediquen al mismo
objeto aunque todas ellas lo hagan formalmente
de
distinta manera según su propia ratio
cognoscibilis. El
conocimiento que cada una de las aproximaciones aporte será
relevante tanto en su contexto epistemológico como a la luz de las
demás aproximaciones según la armonía de los saberes que se funda
en la unidad
del
objeto de estudio.
Esto es
sumamente importante en el ámbito de la investigación que nos
atañe.
Cuando
estudiamos al
hombre lo
podemos hacer de distintas maneras y según distintos métodos. De
ahí que sea necesario que los desarrollos de antropología
filosófica estén abiertos
a los desarrollos de la antropología social, de la psicología
experimental o de la teología sobrenatural entre otras
aproximaciones epistemológicas posibles. La genialidad del tomismo
se funda en la armonía que se establece entre todos los actos de
conocer y entre todas las disciplinas que nos permiten conocer
verdaderamente la realidad:
En él está [en
el tomismo]
la teología en su lugar, es decir, en la cúspide de la escala de
las ciencias; fundada en la revelación divina, que le provee sus
principios, es una ciencia distinta, que parte de la fe y sólo
emplea la razón para exponer su contenido o protegerla contra el
error. En cuanto a la filosofía, si bien es cierto que se subordina
a la teología, sin embargo como tal no depende sino del método que
le es propio: fundada en la razón humana, al no deber su verdad sino
a la evidencia de sus principios y a la exactitud de sus deducciones,
realiza
espontáneamente su acuerdo con la fe sin tener que deformarse;
si concierta con la fe es simplemente porque es verdadera, y la
verdad no puede contradecir a la verdad.22
II. Intención General
II.I Una lectura particular de la antropología de Tomás
Esta
investigación propone a modo de propedéutico una clave
de lectura
para la antropología de Santo Tomás de Aquino. En principio, no se
pretende hacer una explicación exhaustiva del Tratado
del Hombre ni
de sus líneas generales, sino presentar un criterio de
interpretación que facilite la comprensión antropológica de Tomás
tanto en el Tratado
del Hombre
como en el resto de sus obras que abordan la
cuestión ética.
Se promueve una hermenéutica de la metafísica
tomista del hombre
en la que se integre fácilmente a la comprensión del hombre su
relación con los actos humanos. Tal hermenéutica no es en sí misma
novedosa, pues se justifica en las fuentes mismas de Tomás, aunque
se presenta en un orden metafísico que puede ayudar a clarificar la
concepción tomista del hombre. Se trata, más bien, de una
introducción a la
antropología
de Tomás, según
los principios metafísicos y gnoseológicos más fundamentales.
Para
esta lectura
de Tomás será
fundamental la distinción entre “essentia
in
universalis” y
“essentia
in singularis” del
hombre. Esta distinción, junto con su justificación, es la tesis
principal del estudio presente. Por otro lado, tal discriminación
conceptual apenas y queda señalada por Santo Tomás, pero resulta,
según nuestra intención, sumamente relevante en la concepción del
hombre.23
El
objeto de estudio, entonces, es el
hombre concreto que actúa y decide.
Para ello atendemos, a través de una reflexión profunda, tanto a
lo que es el hombre,
a su essentia
in universalis,
como a lo que implica su
individualidad
de la que surgen y en la que descansan sus actos.
Junto
con la tesis principal, se presenta, con gran relevancia para la
comprensión del hombre, como desprendiéndose de ésta, la relación
entre persona
y su personalidad
y por ende el
problema de la individuación de la esencia humana en el singular
humano.
A esta difícil cuestión se propone una lectura de la individuación
humana ligeramente “distinta
a la tradicional”
aunque encontrando sus raíces en el pensamiento mismo de Tomás. Se
trata de una individuación más dependiente de los actos humanos y
por tanto de la libertad que de su materia
señalada
por la cantidad.
Habiendo
desarrollado la tesis principal junto con la tesis subordinada, se
explican algunos de los contenidos de la esencia del hombre a la luz
de la hermenéutica propuesta, haciendo notar el sentido
antropológico que este tipo de aproximación permite a los distintos
temas del
tratado del hombre
en general.
II.II Primera premisa: Realismo filosófico
Se
aborda la cuestión de la esencia
del hombre, desde
dos perspectivas íntimamente vinculadas.
La
primera perspectiva es una ontología
realista. Ésta
es considerada, a su vez, a través de una perspectiva
gnoseológica realista. Asumimos
para nuestra investigación tanto la existencia de una esencia humana
presente en cada individuo humano de la especie como las
posibilidades y los límites de la inteligencia humana para
conocerla, ya sea en
el individuo como esencia realizada,
o en el pensamiento como esencia
universal.
II.III Metodología específica
Accederemos
al problema del hombre a través de los mismos textos de Santo Tomás,
partiendo del opúsculo de Ente
et Essentia
y tomando de él las apreciaciones y distinciones más fundamentales,
para llegar a los textos de la Summa
Theologiae
que
se presentan desde
el primer argumento como clave hermenéutica.
La
aproximación gnoseológica al problema de la individuación humana
se realiza tomando del Tratado
de la Trinidad,
cuestión 29 artículo 1, las proposiciones que respectan a la
naturaleza
de la persona. Utilizamos,
entonces, las descripciones de la
naturaleza de la persona presentadas
por Tomás en el ámbito de la discusión teológica trinitaria, como
claves hermenéuticas para la antropología filosófica tomista. De
este modo proponemos para el hombre una individuación
propia
según su naturaleza personal que se realiza en su dimensión
corpórea. Esta tesis, se subordina a la primera y junto con ella
integra la mirada
específica
que se propone en este trabajo a la antropología de Santo Tomás.
1 “La
exhortación “Conócete
a ti mismo”
estaba esculpida sobre el dintel del templo de Delfos, para
testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la
regla mínima por todo hombre deseoso de distinguirse, en medio de
toda la creación, calificándose como « hombre » precisamente en
cuanto « conocedor de sí mismo”
Juan
Pablo II, Fides
et Ratio,
II, I.
2 Gilson,
Etienne, El
Espíritu de la Filosofía medieval,
p.38.
3 Leon
XIII, Aeterni
Patri,
4
4 Para
un desarrollo más extendido sobre esta idea y su relación con la
filosofía cristiana, consultarse el artículo de Etienne Gilson, La
inteligencia al servicio de Cristo Rey.
5 “Per
fidem inchoatur in nobis vita aeterna: nam vita aeterna nihil aliud
est quam cognoscere Deum: unde dicit dominus, Ioan. XVII, 3:
“haec
est vita aeterna, ut cognoscant te solum verum Deum”
Haec autem cognitio Dei incipit hic per fidem, sed perficitur in
vita futura, in qua cognoscemus eum sicuti est: et ideo dicitur
Hebr. XI, 1:
“fides est substantia sperandarum rerum”
Santo Tomás de Aquino, Ad
Symbolum Apostolorum expositio,
proemio.
6 Gilson,
E., El
Espíritu de la Filosofía medieval, p.
41
7 “Primum
quod est necessarium Christiano, est fides, sine qua nullus dicitur
fidelis Christianus”
Santo
Tomás de Aquino,
Expositio
in Symbolum Apostolorum, Proemium.
8 Santiago
Ramirez, Introducción
a la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino,
p.88.
9 “Fides
dirigit vitam praesentem:
nam ad hoc quod homo bene vivat, oportet quod sciat necessaria ad
bene vivendum: et si deberet omnia necessaria ad bene vivendum per
studium addiscere: vel non posset pervenire, vel post longum tempus.
Fides autem docet omnia necessaria ad bene vivendum. Ipsa enim docet
quod est unus Deus, qui est remunerator bonorum et punitor malorum;
et quod est alia vita, et huiusmodi: quibus satis allicimur ad
bonum, et vitamus malum: Habac. II, 4: iustus
meus ex fide vivit.”
Santo Tomás de Aquino, Expositio
in Symbolum Apostolorum, Proemium.
10 “Si
ergo intellectus noster est ita debilis, nonne stultum est nolle
credere de Deo, nisi illa tantum quae homo potest cognoscere per
se?”
Santo
Tomás de Aquino, Expositio
in Symbolum Apostolorum, Proemium.
11 Gilson,
E., El
Espíritu de la Filosofía medieval,
p. 17.
12 Para
profundizar más en esta idea consultar el capítulo primero, la
realidad como medida del conocer, de la obra “El descubrimiento de
la realidad”, pags. 25-31 de Josef Pieper.
13 “Respondeo
dicendum quod, sicut supra dictum est, cum de passionibus ageretur,
bonum arduum habet aliquid unde attrahit appetitum, scilicet ipsam
rationem boni, et habet aliquid retrahens, scilicet ipsam
difficultatem adipiscendi, secundum quorum primum insurgit motus
spei, et secundum aliud motus desperationis. Dictum est autem supra
quod circa motus appetitivos qui se habent per modum impulsionis,
oportet esse virtutem moralem moderantem et refrenantem, circa illos
autem qui se habent per modum retractionis, oportet esse virtutem
moralem firmantem et impellentem. Et ideo circa appetitum boni ardui
necessaria est duplex virtus. Una
quidem quae temperet et refrenet animum, ne immoderate tendat in
excelsa, et hoc pertinet ad virtutem humilitatis.
Alia vero quae firmat animum contra desperationem, et impellit ipsum
ad prosecutionem magnorum secundum rationem rectam, et haec est
magnanimitas” IIª-IIae,
q. 161 a. 1 co.
14
Gilson, E., El
realismo metódico, pags.
116,117.
15
No decimos, en este momento, que le sea posible al hombre conocer,
por su propia razón la esencia de Dios, para lo cual no fue
necesario sólo la divina revelación sino una potencia sobreañadida
a su inteligencia, la fe, sino que mencionamos que incluso el Ipsum
esse subsistens puede ser conocido como existente y según sus
atributos pues el entendimiento del hombre está preparado de alguna
manera para ello.
16 “...diversa
ratio cognoscibilis diversitatem scientiarum inducit. Eandem enim
conclusionem demonstrat astrologus et naturalis, puta quod terra est
rotunda, sed astrologus per medium mathematicum, idest a materia
abstractum; naturalis autem per medium circa materiam consideratum.
Unde
nihil prohibet de eisdem rebus, de quibus philosophicae disciplinae
tractant secundum quod sunt cognoscibilia lumine naturalis rationis,
et aliam scientiam tractare secundum quod cognoscuntur lumine
divinae revelationis. Unde
theologia quae ad sacram doctrinam pertinet, differt secundum genus
ab illa theologia quae pars philosophiae ponitur”
Iª q. 1 a. 1 ad 2
17 “...necessarium
fuit ad humanam salutem, esse doctrinam quandam secundum
revelationem divinam, praeter philosophicas disciplinas, quae
ratione humana investigantur.
Primo quidem, quia homo ordinatur ad Deum sicut ad quendam finem qui
comprehensionem rationis excedit, secundum illud Isaiae LXIV, oculus
non vidit Deus absque te, quae praeparasti diligentibus te.
Finem autem oportet esse praecognitum hominibus, qui suas
intentiones et actiones debent ordinare in finem. Unde necessarium
fuit homini ad salutem, quod ei nota fierent quaedam per
revelationem divinam, quae rationem humanam excedunt”
Iª q. 1 a. 1 co.
18 En
este sentido contrasta la máxima inteligiblidad que Santo Tomás
reconoce a Dios y la incapacidad que reconoce al hombre de poder ver
en
razón de su potencia cognitiva tal inteligibilidad.
19 “Ad
ea etiam quae de Deo ratione humana investigari possunt, necessarium
fuit hominem instrui revelatione divina.
Quia veritas de Deo, per rationem investigata, a paucis, et per
longum tempus, et cum admixtione multorum errorum, homini
proveniret, a cuius tamen veritatis cognitione dependet tota hominis
salus, quae in Deo est” Iª q. 1 a. 1 co.
20 “Ut
igitur salus hominibus et convenientius et certius proveniat,
necessarium fuit quod de divinis per divinam revelationem
instruantur”
Iª q. 1 a. 1 co.
21 “Ad
secundum dicendum quod diversa
ratio cognoscibilis diversitatem scientiarum inducit.
Eandem enim conclusionem demonstrat astrologus et naturalis, puta
quod terra est rotunda, sed astrologus per medium mathematicum,
idest a materia abstractum; naturalis autem per medium circa
materiam consideratum. Unde nihil prohibet de eisdem rebus, de
quibus philosophicae disciplinae tractant secundum quod sunt
cognoscibilia lumine naturalis rationis, et aliam scientiam tractare
secundum quod cognoscuntur lumine divinae revelationis. Unde
theologia quae ad sacram doctrinam pertinet, differt secundum genus
ab illa theologia quae pars philosophiae ponitur” Iª q. 1 a. 1 ad
2
22 Gilson,
Etienne, El
Espíritu de la Filosofía medieval, EMECE,
p. 17.
23 Se
le encuentra, en sentido general, en sus obras metafísicas,
especialmente en el opúsculo
sobre ente y esencia
refiriéndose a todos los entes en su estructura fundamental.
También se le puede encontrar en relación al hombre, aunque no de
modo explícito en las distintas explicaciones que sobre él se
hacen en el Tratado
del hombre, como
cuando distingue entre hombre
y
hombre
concreto. En
este caso, se trata de aplicar la sutileza conceptual presente en
las obras metafísicas, al nivel de la metafísica del hombre.
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