PRIMERA PARTE: LA SOCIEDAD ACTUAL
La crisis de la cultura contemporánea
1. Entre los pocos consensos que se pueden establecer entre
pensamientos claramente distantes y opuestos parece haber un relativo
común acuerdo sobre la crisis que atraviesa la civilización
occidental. Esta crisis es, ante todo, una crisis de la cultura
moderna, o de la cultura que
ha devenido como parte del proyecto social que ha implicado la
modernidad desde sus
orígenes. De ahí que algunos pensadores importantes hablen
del fin de la modernidad e
inauguren una nueva etapa histórica que al ser llamada
pos-modernidad es
definida negativamente en razón de su oposición al periodo crítico.
Mientras que las explicaciones difieren en el
análisis causal y
en las predicciones referentes al porvenir, hay una relativa
convergencia en hablar de la crisis. Las
descripciones y categorizaciones, sin embargo, varían de autor en
autor.
La pluri-dimensionalidad de la crisis
2. La crisis que atraviesa la
civilización occidental tiene como una de sus características más
representativas su carácter
radical. Son los mismos
principios sobre los que se ha fundado la cultura
moderna los que habiendo
sido puestos en entredicho han provocado un desmoronamiento que ha
afectado la amplia diversidad de dimensiones antropológicas y
sociales que constituyen en unidad la cultura
en sentido amplio.
La crisis de la razón teórica: el problema de la verdad
3.
La
crisis de la
razón, al
presentar la misma pretensión de verdad
como
superflua, ha devenido en la pérdida no sólo del sentido del
quehacer intelectual sino de todo obrar humano y por lo tanto de
la opción personal y comunitaria por el bien.
En
este sentido, se padece una crisis teórica
profunda
y una crisis práctica
concomitante
sumamente alarmantes,
ambas abarcando no sólo los ámbitos propios de las ciencias del
espíritu sino también aquellos ámbitos
constitutivos
de la vida humana
globalmente
considerada.
La crisis de la razón práctica: el problema del bien
4. La pérdida de objetividad de la verdad como
norma del
obrar humano, y,
por lo tanto, como criterio regulador de lo justo
para
el hombre, en razón de su dignidad y de su naturaleza trascendente,
ha provocado una crisis moral profunda que ha afectado las mismas
condiciones en las que se ejerce la libertad. De modo que no sólo
aparece un problema cuyo “opositum
per diametrum” sea
la restauración de las costumbres en la promoción de la
moralización, sino que implica, de suyo, volver a presentar los
mismos fundamentos que hacen posible el discurso teórico y ético
objetivo.
La crisis de la razón práctica: el sentido de la libertad
5. La pérdida de objetividad
de
la norma moral se
ha establecido en la cultura desde la base de los principios del
liberalismo, según los cuales el principio único y constitutivo del
hombre es la libertad,
y,
una libertad que se niega a someterse a cualquier restricción, entre
ellas especialmente a los contenidos propios de la ley moral. En este
sentido la cultura ha experimentado una sobre-valoración de la
libertad que
ha sido puesta como el único principio absoluto
sobre
el cual han de tenerse por relativos el resto de los bienes humanos y
sociales. Así el hombre moderno, desvinculando la libertad
de
la verdad sobre el
hombre, de
su existencia
trascendente, de
su dignidad
intrínseca y
de la ley moral
natural que
constituye la vía para su propia realización, lejos de alcanzar la
liberación querida, se ha hecho esclavo de los reduccionismos, de las
modas y de los impulsos más elementales.
La crisis de la razón política: el problema del bien común
6.
La separación radical, en el orden del obrar humano, entre el
sentido moral de la acción y su sentido político, entendido uno
como el carácter moralizante de la acción humana en razón del fin
trascendente del hombre y por lo tanto del bien
moral objetivo, y el
otro como el carácter social de la misma acción en razón de la
promoción del bien común
objetivo, ha
provocado una conciencia falsa en donde se piensa que el orden ético
es irrelevante para el orden político. De modo que las mismas
acciones humanas, en su carácter ético, han quedado reducidas a los
juicios subjetivos
frecuentemente asociados a los sentimientos y el orden político al
establecimiento de las normas del consenso que permita la regulación
del poder y de las luchas de intereses aledañas a su ejercicio y
posesión.
La crisis de la razón política: el problema de la autoridad
7.
La crisis política afecta no sólo la concepción misma del
ejercicio de la política, sino que ignorando el carácter
político
que de suyo implica la acción humana en razón de su sociabilidad
constitutiva ha perdido el sentido tanto de la
esencia
de la política, como
del
arte y
de la técnica propia, ignorando
teórica y prácticamente el sentido propio del
ejercicio de la autoridad,
principio
auténtico
de unidad y orden
de
las acciones humanas para la promoción del bien común.
8.
Desvinculado
el acto humano de su carácter moral en razón del bien,
y
de su carácter político en razón del bien
común, la
acción humana en su carácter político
se
ha reducido
a ser
un arte de
instrumentalización, y,
por lo tanto, de dominación
sin
una finalidad objetiva en perjuicio de la persona y de su dignidad.
Así
la autoridad reducida al ejercicio del poder ha quedado subyugada a
las leyes de su adquisición, preservación y aumento.
La crisis de la razón jurídica:
el problema de la justicia
9.
La crisis política que implica la desvinculación del orden moral
con el orden social y político ha provocado una consecuente crisis
jurídica. Separados el orden moral del orden jurídico, la ley
positiva de la ley natural, el único criterio que puede fundar la
legalidad no será ya ni la recta
razón ni
el principio de autoridad,
que
apelan necesariamente al bien
y
al bien común con
pretensión de verdad,
sino
el consenso, que dadas las condiciones en las que normalmente se
establecen los diálogos deriva en la voluntad del más fuerte. La
noción de justicia
en
la cultura del pensamiento
débil no
tiene cabida.
La crisis de la razón económica: el problema del individualismo
y de la justicia social pendiente
10.
La crisis se manifiesta también en el orden económico. La crisis
económica global no es sólo un dato descriptible,
que
exija una explicación desde la economía
positiva, en
razón de la multiplicidad de factores que han provocado uno de los
pronósticos más negativos en los indicadores globales de desarrollo
y crecimiento sino que siendo mucho más profunda implica una nueva
visión de la economía, que trascienda sus limites positivos hasta
poder establecer una economía
normativa. Sin
embargo, el surgimiento de la ciencia
económica, uno
de sus presupuestos fue la separación, en el análisis, del carácter
moral de la acción de su contenido puramente económico. Su carácter
ético, del mismo modo que en la teoría política, se confinó al
orden de las emociones, y su carácter económico al orden de las
preferencias
que
implicarían las decisiones en cuanto a la procuración de bienes
escasos. Separando la noción
moral de bien
de la noción
económica de bien y
de la necesaria
repercusión política y social
que tiene de suyo cualquier acto humano en cuanto económico, se
impuso una cultura utilitarista en la cual el ejercicio de la
libertad económica no tiene ninguna referencia objetiva ni al orden
moral ni al bien común, ni a la comunidad, a no ser en cuanto a
instrumento del individuo. De este modo las instituciones económicas,
han
excluido
a-priori
la
justicia social.
La crisis del matrimonio y de la Familia en
la cultura hedonista
11.
La crisis misma de la verdad
y
del bien ha
afectado el núcleo del desarrollo social de las personas: la
familia. Una de las dimensiones que más ha sido afectada es la
dimensión familiar
de la existencia humana. La familia
como institución natural y base de la sociedad experimenta una
crisis que supera cualquier otro reto precedente pues afecta a su
misma comprensión. La noción misma de familia
ha
pasado a formar parte de las nociones líquidas,
que
se desvanecen en el relativismo teórico, antropológico y moral. El
matrimonio, institución natural fundada en el amor y en la entrega
mutua definitiva de un hombre y una mujer, que constituye el inicio
de la familia en cuanto a que está ordenada a la generación de la
vida y a la educación de los hijos, ha quedado reducido a un
contrato soluble e inestable que en el mejor de los casos preserva el
orden natural de la sexualidad humana y en muchos otros, cada
vez más frecuentes, se disuelve en uniones antinaturales e
infecundas.
12.
La crisis de la familia y del matrimonio manifiesta una crisis de la
sexualidad concomitante que por un lado aparece en el dato de un
cierto erotismo transversal que se constituye en todos los niveles de
una cultura
que
podemos definir como pansexual
y
por otro lado que dificulta gravemente la realización de la persona
en el amor. Al no ser capaz
de presentar
el sentido real de
la dimensión sexual de la persona humana ha
dejado
en
crisis
a
la juventud, a la familia, al matrimonio, especialmente en el ámbito
propio de la fidelidad conyugal, e incluso a la vida religiosa,
generando a la vez un
gran
vacío
afectivo con graves obstáculos para
la realización de la persona en el amor
auténtico,
en
razón de su dignidad, del
bien
moral y de
su dimensión
trascendente.
La crisis de la razón religiosa: relativismo
13.
Una de las dimensiones más afectadas por la crisis que lleva de suyo
el momento histórico que denominamos pos-modernidad
es
la dimensión religiosa del hombre en, al
menos, un
doble sentido. En primer lugar el pluralismo de expresiones
religiosas ha logrado una relativización de los discursos religiosos
que conlleva en una gran parte de ellos, al menos en su carácter
público, a la renuncia a su pretensión de verdad. En la cultura
occidental se observa cada vez más la influencia de las religiones
orientales, que no exigen la renuncia a las demás profesiones
religiosas sino que parecen poder subsistir conjuntamente sin ningún
inconveniente.
La crisis de la razón religiosa: libertad religiosa
14.
En
segundo lugar, enfrentamos una cultura en donde en mayor o menor
medida la religión
parece
no tener nada que aportar a la comunidad política y por lo tanto o
queda subordinada y absorbida por el sistema político afectando
severamente a la libertad
religiosa o
queda simplemente tolerada,
ignorando
gravemente el carácter constitutivo de la dimensión religiosa del
hombre y su relación intrínseca con el orden moral y por lo tanto
con las bases de viabilidad y
desarrollo sano
del mismo estado en relación al bien
común objetivo. Los
efectos nocivos del secularismo no sólo se dejan ver en las
represiones o persecuciones históricas y concretas sino en la
constitución deficiente de la
misma comunidad política que intenta regir
e instituir la convivencia de la comunidad política en un estado sin referentes morales ni religiosos. La cual,
al ser
edificada
sobre una visión reducida del hombre, no es capaz ni
de
crear ni de desarrollar los vínculos más profundos de fraternidad y
solidaridad, ni
de procurar el amor y el respeto a las leyes justas. Este estado, tampoco ha sido capaz ni de procurar la justicia, ni de cumplir
adecuadamente sus fines temporales legítimos ni mucho menos de
fomentar la vida moral necesaria para la estabilidad mínima de la sociedad. La renuncia a los referentes religiosos y morales en su necesaria aportación al bien común atenta gravemente contra la misma comunidad generando o bien un estado totalitario o un estado políticamente inestable.
La crisis de la razón religiosa: el problema del ateísmo
15.
La
cultura moderna, habiendo renunciado a la reflexión profunda sobre
el ser y a la verdad última de las cosas, se ha hecho incapaz, al
menos como sociedad, de conocer por los efectos a la causa primera e
incausada, a Dios como primer principio de la realidad y fin último
de todas las cosas. De este modo, sin ejercer rectamente su
inteligencia elevándose desde el ente finito hasta el ser
eterno, no
ha podido reconocer ni a Dios, ni al deber que la misma razón le impone de
buscarlo y rendirle culto. La crisis de la verdad en la racionalidad
moderna, ha suscitado el ateísmo que por estas razones teóricas,
pero sobre todo por afirmar la libertad
absoluta en
la vida práctica, no
sólo ha negado la existencia de Dios sino que ha intentado edificar
la cultura humana y la vida de las personas al margen de su
existencia.
La crisis de la razón elemental: los atentados contra la vida.
16.
La crisis ha llegado a oscurecer los principios más básicos de la
convivencia social como el respeto al derecho a la vida. Una cultura
que no sólo es capaz de promover sistemáticamente la eliminación
de los más indefensos no sólo se hace culpable de un gran crimen
sino que manifiesta su mismo estado de incapacidad para reconocer las
verdades más elementales. Así,
los atentados contra la vida humana de los inocentes en nuestro
tiempo, son un signo de la decadencia profunda de la cultura y del
estado frustrado en el que el espíritu humano despliega su libertad.
La crisis de la razón formativa: la pérdida del sentido de la
educación
17.
La crisis también ha afectado la concepción misma de la educación.
Una razón débil produce una educación débil, que no capacita a la
persona ni para el bien en la virtud ni para la verdad. Los modelos
educativos recientes han sustituido las perspectivas de formación
integral en donde el cultivo de las virtudes y de la totalidad de las
potencialidades humanas se había
promovido
conforme a la regla de la
recta razón, por una serie de praxis que ahora
tienen por única finalidad
la simple capacitación para la productividad. Así la educación en muchos casos se ha constituido únicamente como capacitación técnica para la inserción instrumental de la persona en el sistema de producción económica.
La crisis de la belleza y de las artes
18.
La crisis ha alcanzado,
también,
el
ámbito propio de la estética y de las artes, haciendo no sólo la
noción de belleza una
noción inalcanzable sino reduciendo también el carácter bello de
la realidad a las preferencias y a las emociones subjetivas más
diversas. Las bellas
artes en
muchos casos han
perdido su carácter de belleza, el cual, ha sido sustituido por la
capacidad técnica que tienen de suscitar emociones pasajeras y
fugaces, desvinculándose así, de la misma dignidad humana que
están llamadas a ensalzar
y de su relación constitutiva con el ser en cuanto bello.
Crisis de la comunicación y lenguaje
19. La crisis se ha extendido hasta el punto en el que los mismos
términos que se utilizan para significar la realidad han perdido
cada vez más su sentido realista y significativo, quedando sujetos a
la dinámica pragmática y a ser utilizados en sentidos diversos,
incluso contradictorios, de acuerdo únicamente a la intención
práctica del sujeto, que no en pocas ocasiones, ha vaciado de
significado un término para imponer un pensamiento específico. En
este sentido, las palabras significan cada vez menos a la realidad
y significan más las
intenciones de quienes son
capaces
de impactar la cultura y modificar el lenguaje para imponer un
pensamiento dominante. En este sentido, no es poca la influencia que
ha tenido la industria del entretenimiento global para dejar no sólo
al hombre incapacitado para el bien, la verdad y la belleza sino
también para comunicarse adecuadamente.
La razón fundamental: una crisis antropológica
20.
Podemos decir que toda la
crisis descrita es una crisis de la cultura en sentido amplio, o bien
una crisis antropológica en diversos sentidos. Primero lo
es en
el nivel de la auto-comprensión que el hombre tiene de sí mismo, de
su dignidad, de su trascendencia y de su orientación real al bien y
a la verdad. Segundo lo es
en el nivel de la acción en
sentido amplio que se constituye en la fuente de la cultura. La
acción humana que se hace cultura, en este sentido, no ha
tenido
como principio de orden la verdad ni mucho menos ha
buscado
el bien integral de la persona, por lo que se ha hecho
incapaz de promover el bien común auténtico y se ha
limitado
a fomentar el
desarrollo parcial de la comunidad humana dejando los aspectos
fundamentales a veces no sólo sin desarrollo sino en circunstancias
cada vez peores.
SEGUNDA PARTE: DE LA CRISIS CONSTATADA REFERIDA A SUS CAUSAS
De las causas diversas a la búsqueda de un principio teórico
21.
La crisis constatada es el resultado de la ínter-relación
de una gran diversidad de causas históricas, filosóficas, sociales,
políticas, económicas y religiosas en un proceso largo y tortuoso.
Aunque pareciera una tarea imposible establecer los principios que
han originado la crisis de la sociedad pos-moderna, no podemos
renunciar al estudio profundo de, al menos, aquellas generalidades
que la han promovido.
PRIMERA TESIS
Relación entre el orden práctico y el orden especulativo
22.
Como primer principio teórico establecemos que dado que la cultura
es la obra humana en
sentido general y estricto, y el obrar
humano se
funda siempre en una intención
conocida, hay
una precedencia del orden especulativo al orden práctico en la
dinámica social que ha derivado en la cultura actual. Dicho de otro
modo, ha sido una cierta comprensión del hombre y de la sociedad la
que ha promovido el desarrollo de una cultura que ha devenido en la
crítica sociedad pos-moderna.
La interacción de visiones teóricas en el pluralismo de la
sociedad actual
23.
La relación entre el orden especulativo y el orden práctico implica
el hecho de que el hombre ha
de actuar necesariamente de
acuerdo al conocimiento que tiene de sí mismo y del mundo. Dicho de
otro modo, dado que es imposible actuar sin razón, sino que a todo
acto humano le acompaña no sólo una razón intrínseca al acto
mismo sino una comprensión general de la propia vida, la cultura no
es el resultado de actos ciegos, sino la expresión y edificación
práctica de las visiones teóricas dominantes y sus interacciones.
La importancia del poder político en la promoción de una visión
teórica
24.
Las conductas
individuales y sociales siguen,
entonces, un orden teórico dominante, explícito o implícito en los
modelos educativos y culturales promovidos
que a su vez son el resultado del desarrollo práctico e histórico
precedente que ha implicado también su necesaria correspondencia
teórico-práctica en el devenir histórico y se ha impuesto como
rector de la vida
social regularmente, aunque no sólo, a través del poder político.
25.
Una cultura producida
por los actos humanos que son personales, sociales y comunitarios,
será el resultado de la interacción práctica de una una serie de
comprensiones teóricas que promoviendo
ciertas conductas individuales
y sociales, interactúan entre sí desde distintos niveles de influencia que tienen en cuanto agentes culturales, bajo la rectoría de quien detenta
el poder político de la comunidad. Así en el dinamismo cultural se establecen relaciones complejas y continuas entre
todos aquellos que en mayor o menor medida tienen
la capacidad de promover una cierta visión antropológica. En
este sentido, no sólo es importante considerar la promoción de
una cierta visión teórica dominante que
de suyo hace el poder político jurídicamente
constituido,
sino que, concomitantemente
aparecen
también otras instancias como el poder económico y los medios de comunicación. Al mismo tiempo se ha de pensar que dado que los actos humanos son siempre actos de la persona, luego entonces, la familia, los individuos, y las instituciones que propiamente conforman la sociedad civil, tiene una función fundamental en el dinamismo descrito, a veces en armonía con las instituciones que tienen mayor capacidad e influencia, a veces en abierto desafío u oposición.
SEGUNDA TESIS
La cultura auténtica se funda en la verdad y el bien
26.
Una acción humana fundada en un conocimiento verdadero promoverá
una cultura verdadera que promueva el desarrollo integral de la
persona. Una acción humana fundada en una comprensión errónea
sobre el hombre no podrá promover una cultura verdadera porque en
muchos casos no sólo no promovería el desarrollo integral y el
perfeccionamiento pleno de
la persona sino que atentaría contra ella. Dada la necesaria conexión
entre el orden especulativo y el orden práctico, una cultura que se
funda en la verdad sobre el hombre promoverá auténticamente su
bien, y no sólo en algún aspecto, “secundum
quid” sino en su
sentido pleno e integral “simpliciter”.
El error agente
27.
El error en
cuanto a que
puede ser principio
de alguna acción defectuosa (en la acción de "alguien") se hace agente
de degeneración de la cultura.
Los errores de
los individuos al comunicarse propagan su eficacia degenerativa y en pocos casos lo hacen con tanta fuerza como cuando lo hacen con la
fuerza del estado en el ejercicio del poder político. Una cultura
fundada en ciertos errores
antropológicos, podrá
promover ciertos bienes para el hombre, como los bienes económicos,
pero serán siempre bienes particulares “secundum
quid”
siendo mayores los males en cuanto a que no sólo pueden no promover
el desarrollo integral de la persona que implica las dimensiones
morales y religiosas sino que puede obstaculizarlo e
incluso impedirlo.
Los errores de nuestro tiempo
28.
Dada la correspondencia entre el orden teórico y el orden práctico
es necesario identificar con precisión los errores
de nuestro tiempo,
que han promovido la crisis de la cultura actual en sentido amplio.
Es necesario, no sólo reconocerlos como tales sino retomar sus
posibles preocupaciones u aportaciones legítimas en la búsqueda de
la promoción de la persona e integrarlos en una visión integral de
la persona.
Los bienes de la modernidad
29. De modo que junto con el examen de los errores de nuestro tiempo
es necesario, también, sabiendo que el error nunca se da en
estado puro, sino que se
presenta siempre sustentándose en verdades parciales,
reconocer aquellos bienes
parciales, particulares y específicos que el mismo proceso histórico
y cultural de la modernidad ha desarrollado y que hemos llamados los
bienes secundum quid de la modernidad. Sin
olvidar que lo que se busca es el bien integral de la persona
y la realización última de su
vocación, es posible integrar aquellos logros en una acción
conjunta, inteligente y eficaz, que debe ser precedida por un examen
minucioso que sepa distinguir la verdad del error y el bien del mal.
TERCERA PARTE: LA RESPUESTA CRISTIANA
La pluralidad y el cristianismo
30.
En la edificación de la cultura encontramos una pluralidad de
actores que promoviendo distintas concepciones teóricas del hombre
actúan e interactúan. Entre los distintos actores existen algunos
que promueven gravísimos
errores que
degeneran la cultura y otros que aunque con visiones menos completas
promueven también con verdad
ciertos
aspectos positivos para la cultura.
31. En medio de estas interacciones los cristianos sabedores de haber recibido el auxilio de la divina revelación están llamados a proponer el esplendor de la Verdad, de formas siempre nuevas y diversas de modo que pueda adquirir un papel rector en la composición de la sociedad y en el desarrollo de la cultura. En este sentido, podemos decir que aunque el sujeto de la evangelización es siempre la persona, la misión acuciante de la Iglesia para nuestro tiempo es la evangelización de la cultura, que implica no sólo la evangelización de las personas y de los pueblos sino las transformación de la vida misma de la comunidad desde los principios del evangelio.
31. En medio de estas interacciones los cristianos sabedores de haber recibido el auxilio de la divina revelación están llamados a proponer el esplendor de la Verdad, de formas siempre nuevas y diversas de modo que pueda adquirir un papel rector en la composición de la sociedad y en el desarrollo de la cultura. En este sentido, podemos decir que aunque el sujeto de la evangelización es siempre la persona, la misión acuciante de la Iglesia para nuestro tiempo es la evangelización de la cultura, que implica no sólo la evangelización de las personas y de los pueblos sino las transformación de la vida misma de la comunidad desde los principios del evangelio.
La Verdad y los niveles de diálogo
32.
La visión cristiana del
hombre tiene
un contenido teológico que ha sido conocido por el hombre a través
de la divina revelación y del asentimiento de la fe. Este nivel
sobrenatural de la
Verdad
exige un compromiso bautismal en el anuncio,
que
invita a los cristianos a proponer a todos los hombres el mensaje
divino de la salvación. Sin embargo, dado que la fe implica un acto
de la voluntad aunque deba ser procurado por los cristianos no puede
forzar la libertad de asentimiento de los sujetos que reciben el
anuncio. De modo que el mensaje evangélico ha de ser propuesto en la
dinámica interacción de los agentes de la cultura y
a todos los hombres
con toda su fuerza.
33.
Pero,
este no es el único nivel en el que los cristianos se pueden
comprometer con la edificación de la cultura. Dado que la verdad
revelada y la verdad
natural tienen una unidad, es posible proponer en el ámbito público
las verdades
humanas que
la razón por sí misma puede descubrir y que se imponen por la
fuerza misma de los argumentos, por la validez de las demostraciones
y por la evidencia que proporcionan.
El nivel filosófico de la visión cristiana del hombre
34.
Gravísimas verdades sobre el hombre pueden ser conocidas por él en
el ejercicio recto de su inteligencia. Estas verdades tienen que
constituirse en
los principios sólidos de la acción que se ha de promover en la
cultura plural en el ordenamiento propio de la comunidad política.
Es necesario, entonces, no sólo conocer los errores
que
degeneran la cultura y han provocado la crisis sino, sobre todo,
conocer las verdades
que
la visión cristiana del hombre propone al ámbito universal de la
razón y sus razones.
35.
Especialmente
los agentes de la cultura que pretendan implicarse en el ámbito de
la vida pública a través de la acción social y política y
promover una acción fundada en las verdades
del cristianismo, han
de conocer y distinguir con claridad los órdenes del discurso,
teológico y filosófico, y de modo particular profundizar en las
razones por las cuales se afirma la verdad
misma
de la concepción antropológica que promueven.
36. En este sentido es preciso reconocer que la autonomía de los asuntos temporales no los exime de la universalidad del evangelio, por el contrario los constituye en su orden natural propio según el cual han de desarrollarse conforme a la ley eterna expresada en la ley natural y sólo así, podrán ser aquellas realidades auténticas depositarias como terreno fecundo de la acción divina de la gracia.
Relaciones entre orden natural y orden sobrenatural: el peligro del naturalismo
37. Todo lo que constituye el orden temporal, a saber, los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, y todo lo semejante (AA), ha de ser desarrollado en sí mismo en cuanto a que posee un estatuto propio que pertenece al orden natural, sin olvidar que está en sí mismo, también, ordenado al fin último del hombre, por el que se específica su sentido en la perspectiva global de la vocación del hombre.
38.
En
este sentido, la distinción de los órdenes conviene para
diversificar y
especificar
la acción en
una sociedad plural,
pero, de ninguna manera para diluir el contenido sobrenatural del
evangelio al
orden puramente natural en
el así llamado “humanismo liberal”,
lo que ha constituido el error del naturalismo que subyace al
secularismo. Al
contrario, recordando
que, aunque las realidades temporales tienen un orden y un
estatuto propio, ha querido Dios instaurar todas las cosas en Cristo:
se
ha de promover una acción integral basada en la firme resolución de
transformar las realidades temporales no sólo según su estatuto
propio, sino
sobre todo según los principios del evangelio. Sabedores de que si
el ordenamiento de las realidades temporales conforme a la ley
natural implica graves exigencias en un programa de acción muy
serio,
su
transformación según
los principios evangélicos implica,
en muchos casos, el testimonio heroico de la entrega de la propia
vida por la causa del reino.
La nueva evangelización y la esperanza cristiana
39.
Con la convicción segura
de fe en que Dios dirige la historia a través de las
causas segundas y de la
gracia que misteriosamente distribuye a sus siervos y de
intervenciones directas, creemos que la crisis de la cultura
occidental es una oportunidad para
edificar una sociedad mejor,
en la que los cristianos hemos de tener un papel rector para la
edificación de una nueva
sociedad, firmemente
arraigada en una
cultura de la vida,
distinguible
por constituirse como una auténtica
civilización del
amor, edificada sobre los principios sólidos
del evangelio en un auténtico respeto de la libertad religiosa de la persona, de su dignidad y de su altísima vocación.
40.
El
desmoronamiento de la modernidad nos hace reafirmar que sólo aquello
que se edifica sobre la
roca de la Verdad puede
permanecer y que aunque
lleva mucho tiempo a la verdad sanar el error, estamos
en tiempo providente de promover una acción que tenga por finalidad
la transformación de la cultura y de toda las realidades temporales
conforme a la Verdad
Plena,
Jesucristo Rey del Universo y Señor de la Historia.
Epílogo
El presente documento fue desarrollado para ser comentado y profundizado en el congreso internacional de FUNDICE- CULTURA HUMANÍSTICA, realizado en la UPAEP, en el mes de Agoto de 2013. Por lo tanto, no pretende ni ser un texto definitivo ni tampoco exhaustivo, sino únicamente señalar algunos aspectos que se consideran relevantes sobre la crisis que enfrentamos y que deben de ser desarrollados con más detalle para una visión más completa. Sirve por tanto, únicamente, como presentación de un amplio panorama aunque de modo superficial, acompañada de una propuesta etiológica provisional y de una propuesta teórico-práctica sobre la respuesta cristiana a la crisis. En este sentido, la única finalidad del texto es promover una reflexión con seriedad de las circunstancias actuales y del necesario compromiso cristiano con el mundo, en la Iglesia y en el contexto de la Nueva Evangelización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario